viernes, 1 de noviembre de 2013

SI LO SÉ NO VENGO. (MÉXICO II).

Palabra; si lo sé no vengo.. Estaba yo tan feliz en México hablando y, sobre todo, escuchando, del exilio español de 1939, y vuelvo a España para reencontrarme con viejos carajales. Primero, me meto en el tweetter y me hallo con una Cristina que se da por aludida ante una alusión mia poco piadosa a la infanta Cristina y sus latrocinios con don Urdanga, el Duque siempre empalmado. Esa Cristina, más hermosa que la Infanta, a lo que deduzco de la foto, alude a mi afición al mezcal cada vez que visito México.  Pero  de las fotos de tweter uno no se puede fiar. Hay una twitera verdaderamente ingeniosa y hasta venenosa que se firma con un retrato de Romy Schneider y vaya usted a saber; a lo peor es un adefesio. Bueno, el caso es que la Cristina de mi controversia no parece un adefesio y me advierte,   en plan zumbón, si estoy bajo los efectos del  mezcal con gusano. Mi fisio más habitual,  de la APM, también se llama Cristina y no es Romy Schneider, ya quisiera Romy,  y no creo que tenga que ver nada con esto. Por si acaso, explico lo del mezcal como una afición literaria al cónsul inglés, mister Firmin de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, cuyas rutas geográficas y alcohólicas me propuse emular hace 30 años en mi primer viaje a México, a Cuernavaca concretamente. Esta vez ni lo he probado porque la edad nos va reconciliando con la virtud y porque bastante tenía con escuchar a los colegas mexicanos y españoles de la Unir hablando de Bergamín y de toda la España Peregrina de 1939. Gonzalo Santonja, que andaba por allí más o menos cerca, me pregunta qué hemos dicho de  Max Aub  en el contexto de la España Peregrina en ese Foro mexicano y español.   Ignacio Amestoy dictó una lección magistral sobre las invenciones de Max, incluida  la  del pintor  Torres Campalans  cuya biografía inventó y cuyos cuadros pintó. Fue un arranque luminoso en una mesa redonda brillantísma, con piezas magistrales de análisis y exégesis y una intervención  rigurosa de Gabriel López Antuñano, un estudio extraordinario del teatro de José Bergamín; lo contaré mañana con detalle, pues la noche de difuntos empieza a vencerme con sueños insidiosos. Santiago Sánchez, el de Imprebis, mientras hablamos de la lectura dramatizada de La Argentina,  -que he terminado  hace poco con Diana de Paco Serrano- ha recordado  también a Max Aub y una obra que pudiera ser paradigma de estos tiempos, Morir por cerrar los ojos.
Pese a todo estos  buenos augurios, sobre todo en lo referido a La Argentinita, si lo sé no vengo. Sin querer he metido en un lio al Mani que en un twit afirmaba líricamente estar disfrutando la belleza campestre nocturna. Yo le preguntaba si andaba haciendo la luna y, sin esperar respuesta, tuiteros y tuiteras lo han puesto a caldo y han agotado el diccionario de improperios, en algún caso con auténtica saña, por malear a los toros. Trataba de hacer yo, con esa inocente alusion a la luna, un homenaje a Belmonte, cuyas aventuras, toreando desnudo tras vadear el rio, a algún toro descolgado de la manada, relataba Chaves Nogales. Lo que pretendía ser un apunte romántico  se ha convertido en una zaragata; no les quito razón a los ganaderos y mayorales, pero me parece una barbaridad lo que hicieron en una finca de Cieza (Murcia), dueño y empleados: liquidar a tiros a tres maletillas. Que no se me olvide mañana buscar los nombres y pormenorizar aquella macabra aventura cuyo reportaje me encargó El MUNDO. Por lo demás, no sé   si  El Mani  ha hecho o  ha dejado de hacer la luna, algo bastante común en todos los toreros cuando empezaban. Que no se me olvide contar la salvajada de Cieza de hace 20 años. Y que no se me olvide hablar de los toreros españoles en México, pues de allí vengo, ni  preguntarle a Francisco López Barrios  -apoderado, aprendiz de torero, empresario y mozo de estoques en su juventud- qué piensa de torear a la luz de la luna. Seguro que algo de ello cuenta en su libro que acaba de llegarme, Mágica ceremonia. Porque, por encima de una vida aventurera, o precisamente por ello, López Barrios es un gran periodista y un gran escritor. Me llama Alberto Estella, de Salamanca, para recordarme que acaban de entregar el Premio Timbalero;  que tampoco se me olvide hablar mañana de este preciado galardón 

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