viernes, 13 de febrero de 2015

RUEDO IBÉRICO. POR UN TEATRO SIN AGRESIONES. BASTANTE SUFRE CON EL IVA


Elegía a Javier Egea.

Este es un artículo que no estaba previsto; al menos en las circunstancias de este nuevo post, exclusivamente pensado para Podemos. Es lo malo de la literatura diarística; que se cruzan las ideas, unas se interrumpen a las otras, invaden campos que no les son propios; tornan y vuelven a empezar, dos pasos para adelante y uno para atrás.  Me llega Elegía a Javier Egea, de Felipe Alcaraz, del que solo conocía sus novelas, las antiguas que publicaba en Akal, y las que publica ahora en Almuzara.

Javier Egea es un poeta granadino que se mató antes de tiempo. Se suicidó para ser más exactos; suicida y comunista como, pongamos por caso, Maiakowsky, el suicidado de la revolución; solo que sin revolución: únicamente el desencanto de la Santa Transición que para algunos no fue desencanto, sino maldición adivinada y cumplida. Egea es el mejor poeta granadino, el mejor poeta de España, me decía Ricardo Carpani, el gran muralista argentino que amaba Granada. Granada “es la única ciudad del mundo que entierra sus ríos y mata a sus poetas”, dejó dicho Enrique Morente.  Contra esta ciudad disparaba sus flechas Javier Egea; a esta ciudad, la otra,  dedica este elegía Alcaraz, “otra Granada que, desde la lucha, la resistencia y el exilio interior, sigue pretendiendo un tiempo diferente”.

En un libro reciente e imprescindible, El cura y los mandarines, Gregorio Morán reivindicaba la poesía de Javier Egea. Ahora la reivindica con contundencia lírica, Felipe Alcaraz. No sé si ha escrito una poesía materialista, como pretendía Egea, pero es un hermoso tributo al poeta doblemente muerto. Un tributo que acaso responda a la turbadora pregunta que se plantea en alguna parte de este libro: “¿Qué hay delante y detrás   de la muerte poética y física de Egea?”. Hay la miseria de estos tiempos.

 

Para pablo Iglesias: el teatro esa mariconada.

Este iba a ser un artículo exclusivamente taurino, o sea una demostración de la incultura táurica de la gente de Podemos. Pero otra vez los meandros de la fórmula diarística se entrecruzan. Va a ser un artículo sobre teatro  Podemos. Mejor, en todo caso,  que el asunto Monedero en el que apenas puedo entrar pues no soy analista político; ni tertuliano. Me llega un vídeo, con clara  intención de inocencia conmovida,  que me deja de piedra. No había oído ninguna declaración de Podemos sobre teatro, ni sobre la cultura, en general, como elemento liberador y revolucionario.  En pleno éxtasis revolucionario, Pablo Iglesias dice que  “hay que hacer la revolución y dejarse de esas mariconadas del teatro”. Me uno entusiastamente a la revolución de Pablo Iglesias; lo que ocurre es que no creo en una revolución sin teatro. Ni puedo creer en un Pablo Iglesias tan cafre o tan frívolo.

No me lo creo, eso es un montaje, un fake, mucho más grave que las bobadas que los ideólogos de Podemos dicen de los toros. De ser cierto, sería para salir huyendo de este país: ni Psoe ni PP se han atrevido a tanto; el teatro se la suda  a los políticos, pero ninguno, al menos en público,  lo ha llamado mariconada. Les basta estrangularlo con el 21% del IVA caníbal. Creo que, en ese video maldito,  con Iglesias han hecho un perverso karaoke, un playback raro. Si no ¿qué pinta en los saraos de Pablo Iglesias Alberto San Juan, un actor  de la izquierda, antes felipista y zapaterista y  hoy podemista?.  Y tantos del  llamado “el clan de la ceja” que levitaba ante Zapatero?. La idea de Alberto San Juan sobre el teatro está clara: hacer política desde la cultura. Pues eso.  

 Pan y toros

Mientras me aclaran esto, volvamos a los toros.  Me irrita lo de la mariconada del teatro; pero no  me sorprende en absoluto la declaración programática de Podemos respecto a las corridas y el sufrimiento del toro. Sí me sorprende la colección de tópicos solemne que vinculan el atraso de España a tan singular juego de la vida o de muerte, En el XIX, León del Arroyal en un brillantísimo panfleto llamado Pan y Toros iba más lejos que los neófitos de Podemos. En el uso de una ironía demoledora León del Arroyal, judaizante y en el punto de mira de la Inquisición, subtitulaba su panfleto incendiario: Oración apologética en defensa del Estado floreciente de España.

El estado floreciente era más o menos el que tenemos ahora. Y León del Arroyal, en la línea del infortunado Eugenio Noel, achacaba los males de España y el subdesarrollo a las corridas de toros. La Ilustración, el arbitrismo moral de aquellos tiempos, fue en líneas generales, antitaurina, sobre todo Jovellanos de cuyo pensamiento apenas quedan rastros en el pensamiento español. Larra no era taurino pero tampoco antitaurino extremoso. Sabía, como deben saber los ideólogos de Podemos que los problemas de este país son otros. Tuvo que venir un sevillano, cura, ilustrado, católico renegado convertido al protestantismo, figura clave del pensamiento español, el heterodoxo Blanco White para decir: “los males de este país no son los toros, sino religión y mal Gobierno”. Perdí todo romanticismo y después de 30 años de cronista, amén de otras peripecias  ligadas a la resistencia de este país llamado España, no me abriré las venas si se pierden las corridas. Habrá sido un determinismo histórico y no la estupidez censora de unos políticos despistados,  incapaces de afrontar los verdaderos problemas de este país. Lo dice una copla sabia:

Esta es la Fiesta Española

 que viene de prole en prole

y ni le gobierno la abole

ni habrá nadie que la abola.

Arreglen lo que hay que arreglar de este país, si es que ganan, hipótesis cada vez más lejana, pues si Podemos se modera hacia la socialdemocracia tibia,  como está haciendo, perderá votos por la izquierda; y si se radicaliza, cosa improbable, perderá votos por la derecha cabreada que los sigue.

 Luego, hablamos de toros. Y de teatro. Ya se sabe, se empieza diciendo que el teatro es una mariconada y se acaba encendiendo la hogueras de la Inquisición.

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