Elegía a Javier Egea.
Este es un artículo que no estaba previsto; al menos en las
circunstancias de este nuevo post, exclusivamente pensado para Podemos. Es lo malo de la literatura diarística; que se
cruzan las ideas, unas se interrumpen a las otras, invaden campos que no les
son propios; tornan y vuelven a empezar, dos pasos para adelante y uno para
atrás. Me llega Elegía a Javier Egea, de Felipe
Alcaraz, del que solo conocía sus novelas, las antiguas que publicaba en
Akal, y las que publica ahora en Almuzara.
Javier Egea es un poeta granadino que se mató
antes de tiempo. Se suicidó para ser más exactos; suicida y comunista como,
pongamos por caso, Maiakowsky, el suicidado de la revolución; solo
que sin revolución: únicamente el desencanto de la Santa Transición que para algunos
no fue desencanto, sino maldición adivinada y cumplida. Egea es el mejor poeta
granadino, el mejor poeta de España, me decía Ricardo Carpani, el gran muralista argentino que amaba Granada.
Granada “es la única ciudad del mundo que entierra sus ríos y mata a sus poetas”,
dejó dicho Enrique Morente. Contra esta ciudad disparaba sus flechas
Javier Egea; a esta ciudad, la otra, dedica este elegía Alcaraz, “otra Granada que,
desde la lucha, la resistencia y el exilio interior, sigue pretendiendo un
tiempo diferente”.
En un libro reciente e imprescindible, El cura y los mandarines, Gregorio
Morán reivindicaba la poesía de Javier Egea. Ahora la reivindica con
contundencia lírica, Felipe Alcaraz.
No sé si ha escrito una poesía materialista, como pretendía Egea, pero es un
hermoso tributo al poeta doblemente muerto. Un tributo que acaso responda a la
turbadora pregunta que se plantea en alguna parte de este libro: “¿Qué hay
delante y detrás de la muerte poética y física de Egea?”. Hay la
miseria de estos tiempos.
Para pablo Iglesias: el teatro esa mariconada.
Este iba a ser un artículo exclusivamente taurino, o sea una demostración
de la incultura táurica de la gente de Podemos. Pero otra vez los meandros de
la fórmula diarística se entrecruzan. Va a ser un artículo sobre teatro Podemos. Mejor, en todo caso, que el asunto Monedero en el que apenas puedo
entrar pues no soy analista político; ni tertuliano. Me llega un vídeo, con clara
intención de inocencia conmovida, que me deja de piedra. No había oído ninguna
declaración de Podemos sobre teatro, ni sobre la cultura, en general, como
elemento liberador y revolucionario. En
pleno éxtasis revolucionario, Pablo
Iglesias dice que “hay que hacer la
revolución y dejarse de esas mariconadas del teatro”. Me uno entusiastamente a la revolución de Pablo Iglesias; lo que
ocurre es que no creo en una revolución sin teatro. Ni puedo creer en un Pablo
Iglesias tan cafre o tan frívolo.
No me lo creo, eso es un montaje, un fake, mucho más grave
que las bobadas que los ideólogos de Podemos dicen de los toros. De ser cierto,
sería para salir huyendo de este país: ni Psoe ni PP se han atrevido a tanto;
el teatro se la suda a los políticos,
pero ninguno, al menos en público, lo ha
llamado mariconada. Les basta estrangularlo con el 21% del IVA caníbal. Creo
que, en ese video maldito, con Iglesias
han hecho un perverso karaoke, un playback raro. Si no ¿qué pinta en los saraos
de Pablo Iglesias Alberto San Juan, un
actor de la izquierda, antes felipista y
zapaterista y hoy podemista?.
Y tantos del llamado “el clan de la ceja” que levitaba
ante Zapatero?. La idea de Alberto San Juan sobre el teatro está clara: hacer
política desde la cultura. Pues eso.
Pan y toros
Mientras me aclaran esto, volvamos a los toros. Me irrita lo de la mariconada del teatro;
pero no me sorprende en absoluto la
declaración programática de Podemos respecto a las corridas y el sufrimiento
del toro. Sí me sorprende la colección de tópicos solemne que vinculan el
atraso de España a tan singular juego de la vida o de muerte, En el XIX, León del Arroyal en un brillantísimo
panfleto llamado Pan y Toros iba más lejos que los neófitos de Podemos. En el
uso de una ironía demoledora León del
Arroyal, judaizante y en el punto de mira de la Inquisición, subtitulaba su
panfleto incendiario: Oración apologética
en defensa del Estado floreciente de España.
El estado floreciente era más o menos el que tenemos ahora. Y
León del Arroyal, en la línea del
infortunado Eugenio Noel, achacaba
los males de España y el subdesarrollo a las corridas de toros. La Ilustración,
el arbitrismo moral de aquellos tiempos, fue en líneas generales, antitaurina,
sobre todo Jovellanos de cuyo pensamiento apenas quedan rastros en el
pensamiento español. Larra no era
taurino pero tampoco antitaurino extremoso. Sabía, como deben saber los
ideólogos de Podemos que los problemas de este país son otros. Tuvo que venir
un sevillano, cura, ilustrado, católico renegado convertido al protestantismo,
figura clave del pensamiento español, el heterodoxo Blanco White para decir: “los males de este país no son los toros,
sino religión y mal Gobierno”. Perdí todo romanticismo y después de 30 años de
cronista, amén de otras peripecias
ligadas a la resistencia de este país llamado España, no me abriré las
venas si se pierden las corridas. Habrá sido un determinismo histórico y no la
estupidez censora de unos políticos despistados, incapaces de afrontar los verdaderos problemas
de este país. Lo dice una copla sabia:
Esta es la Fiesta Española
que viene de prole en
prole
y ni le gobierno la abole
ni habrá nadie que la abola.
Arreglen lo que hay que arreglar de este país, si es que
ganan, hipótesis cada vez más lejana, pues si Podemos se modera hacia la
socialdemocracia tibia, como está
haciendo, perderá votos por la izquierda; y si se radicaliza, cosa improbable,
perderá votos por la derecha cabreada que los sigue.
Luego, hablamos de
toros. Y de teatro. Ya se sabe, se empieza diciendo que el teatro es una
mariconada y se acaba encendiendo la hogueras de la Inquisición.
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