Vuelvo a los retratos al pastel o a punta seca, sección por la que está pasando lo mejor de la farándula española.
Carmen Machi es una actriz en cuyo arte interpretativo me ha costado
entrar y aún no sé por qué, pues tiene todas las condiciones que me encandilan en
una comedianta: técnica, virtuosismo, capacidad sensorial. No es una estrella,
o quizá ya sí, tras su Creonte de Antígona y la monja de La autora de las Meninas; pisa el escenario con una autoridad suprema. No me gustó en una obra que gustó
a todo el mundo, Historia de una zorra,
Helena de Troya. Para la historia o para la mitología, eso ha sido la Bella
Helena, una zorra enamorada hasta los túetanos de Paris, capaz de abandonarlo
todo por seguir impulso de la pasión.
La reivindicación propia se anulaba a sí misma
por el estado de deterioro moral y físico del personaje Me turba ver a una
mujer envejecida y degradada,sobre todo si ha sido la mujer más bella del
mundo, hija de Zeus y de Leda. No considero a Carmen Machi la mujer más bella
del mundo, aunque no exista la mujer más bella del mundo; pero hay
aproximaciones entre las que Machi tampoco se encuentra. Planteamiento estético
del crítico, más que discutible, pues toda gran actriz es capaz de crear y
recrear una nueva realidad. Por lo tanto, reconozco que al considerarla desde
el esteticismo, me equivoqué. Se lo conté un dia a la Machi, en Almagro mientras tomábamos un piscolabis esperando a
Elejalde y me dijo que podía compartir en parte
mi opinión.
Cuando me ve en el fallo del Premio Valle Inclán, a punto de
consumarse, o en cualquier otro evento
teatral me dice ¡hola, jefe! Y yo le contesto, ¡hola, jefa! . Ignoro de qué
cosa podamos ser jefes con tanta certeza, pero hay de por medio una jefatura,
eso seguro. Al menos, eso da por hecho
Israel Elejalde, actor en el cual yo tengo una confianza sín límites. Por el momento yo la considero, en orden a jerarquía
establecida por mi criterio y ajena a su voluntad, la gran jefa de las actrices española, o sea
la primera.
Yo creo que los verdaderos jefes de
este tinglado de la vieja farsa, son Ernesto Caballero, Miguel del Arco, Juan
Mayorga; y en otro ámbito teatral, pero igualmente legítimo, Arturo Fernandez,
Chatín al que le debo un retrato a punta seca porque de vez en cuando me invita
a angulas y hablamos de Paco Umbral y Paco Rabal, deidades de nuestra devoción.
Arturo sigue siendo el gran jefe de la alta comedia y el de los llenos absolutos.
Después de ver a Carmen Machi hace dos semanas
en la monja copìsta del museo del Prado de La
autora de las Meninas, ya no me cabe la menor duda, es la primera. Me
fascinó en La tortuga de Darwin, y no
me gustó en Historia de una zorra, que
entusiasmó a todo el mundo, aunque ese todo el mundo no captara la segunda intención,
la postverdad que se dice ahora, del texto de Del Arco. En Helena, la bellísima
zorra, yo necesitaba ver una mujer bella y Carmen Machi no es una mujer guapa.
No podía quitarme de la cabeza, por ejemplo, la vieja memorable de La tortuga. Y ante esa devastación de
dos identidades antagónicas, a mí la imagen de una mujer capaz de incendiar
el mundo con una guerra deastadora de Troya no me cuadraba. La Guerra de Troya no
fue un encoñamiento de París y Helena,
fue un guerra comercial y política como todas las guerras.
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