martes, 12 de septiembre de 2023

 

Alberti, luces y sombras

María Asunción Mateo, viuda de Rafael acaba de publicar Mi vida con Alberti. Afirma que no  es un ajuste de cuentas con nadie, pero yo creo que sí, que es un ajuste con el  rafaelismo de charanga y pandereta, los “aprendices de poetas” granadinos, especialmente, y ferozmente, contra Luis García Montero, hoy presidente del Instituto Cervantes y Prado Rodríguez, o sea Benjamin Prado autodenominado sucesor y reencarnación de Rafael.   Como dirían en mi aldea de Torre de los Molinos,  Asunción tira con bala. No es un libro de viuda afirma rotundamente.  Ellos son los viudos, remata en otra página.  A Rafael lo venerábamos en líneas generales,  esto es opinión personal mía.  Acaso el mejor poeta español del siglo XX, opinión generalizada que Asunción Mateos resalta y corrobora.  El exiliado mítico, el mago de la palabra, el alquimista de la metáfora. Casado con María Teresa León, “bella e inteligente”,  que le metió el comunismo en el alma. Imponente respeto muestra por María Teresa, Asunción Mateo que teme no estar nunca a su altura.  No así por Beatriz  Amposta,  bióloga, compañera en Roma de Rafael, a la que sin nombrarla, lapida inmisericorde, tratándola de advenediza, interesada y novia ocasional  de paso. Alberti seductor, con el deje intencionado y carismático de un señorito andaluz, las marismas,   los esteros rezumando azul de mar. Marinero en tierra con las velas  siempre desplegadas. Venerábamos  a Rafael cuya imagen  Asunción siempre dulcifica y retoca amorosamente. Por ejemplo, no era tan receptivo a los poetas nuevos como Asunción dice. Valga  un caso, ocurrido en la celebración de no sé qué aniversario de La Barraca lorquiana. Se le acercó un excelente poeta gaditano, de Arcos de la Frontera, Rafael, te admiro mucho, soy un poeta gaditano….Rafael no le dejó terminar la frase y dijo despectivamente poetas, poetas, ahora todo el mundo en España se llama poeta….Yo estaba allí. Y pude ver la desolación devastadora en el rostro del excelente y afligido poeta de Arcos de la Frontera, Antonio Hernández. Rafael sólo fue generoso con lo que Asunción llama el clan de los viudos, generosidad de la que, también según Asunción Mateo,  acabó arrepintiéndose, en especial de  haber dado cobijo  a Luis García Montero, aprendiz de poeta frustrado.

Mi escasa relación con Alberti, cuya persona me inspiraba el mismo  desinterés que entusiasmo y fervor me producía su poesía, estuvo siempre erizada de despropósitos; cosa absurda e inexplicable, pues Alberti lo era todo y yo no era nada. Se celebró en la Casa de Campo un recital de poetas comunistas con enorme afluencia de militantes, y todos los poetas intervinientes, le dedicaron un poema a Rafael, menos yo. No era, por mi parte, un desdén sino una reivindicación. Me explico.  Por ignoro  qué razones,  el protocolo arbitrario del Partido, nos había sentado juntos, en un banco corrido en primera fila. Le acompañaba, creo recordar, una brasileña,  joven y guapa, un encanto de criatura. Entre Rafael y yo sentados, mediaba mi primer libro de poemas recién aparecido, con portada de Luis Cañadas, un gran pintor, muralista indaliano del grupo de Perceval,  Alcaraz, Capuleto , recién  aparecido   La frente contra el muro.  Nunca me he sentido demasiado orgulloso. Rafael comentó a la brasileña, como al desgaire ojeando el libro con la mano derecha.

_No está mal este poeta.

Estábamos codo con codo y yo me pregunto qué le hubiera costado  decírmelo a mí directamente.  Supongo  temía que yo utilizase su opinión para darme importancia como hacían sus amigos del clan de Jesús García Montero. Por frívola comodidad o apatía, según cuenta su esposa, cuando estos le pedían un prólogo Rafael contestaba.

-Escríbelo tú y le pones mi firma

Esto ocurrió, según cuenta Asunción, con Luis. Y este se excedió en tal manera al autoprologarse  que Rafael, entre irónico y sorprendido, respondió

-Caramba….Eso no lo he dicho yo ni de Pablo Neruda

La otra bestia negra de María Asunción es Benjamín Prado,  al que llama el sube y baja persianas, por ser esta su principal actividad en casa de los Alberti donde decía ejercer de secretario.  Y máximo   “especialista”  en Alberti al que dedicó “una tesis doctoral y cinco libros , afirma la viuda, sin que lograra entender nada de Rafael. Era, tal como recuerda Mateo, el  exégeta de Rafael por antonomasia, según opinión de todo el mundo albertiano,  en especial de El Pais,  plataforma de la campaña  contra ella. “Periódico serio degenerado en panfleto”, según Asunción, que se sumó a la cacería de una ¨´usurpadora, ávida de dinero y de gloria”.

Tuve otro encontronazo con Alberti, que quedó en leve colisión gracias a la tolerancia gaditana del maestro. Un periódico, no recuerdo cual,  me había encargado una entrevista con él. No había forma; o no se ponía al teléfono o me daba plantón al encuentro convenido en la sede del PCE, que estaba creo recordar en la calle Santísima Trinidad número cinco. La entrevista era vital para mí; si no la conseguía y  no se publicaba yo no cobraba, y si no cobraba no comía o comía a fiado en algún bar amigo. Así que decidí inventármela.  Ignoro si la leyó y si le gustó o no. Lo cierto es que no me denunció al periódico, cuando tenía múltiples motivos para ello,   lo que habría  provocado, pese a la gran repercusión, mi segura expulsión.

Releo frecuentemente a Alberti, todo Alberti,  que resiste espectacularmente, creo yo, el paso del tiempo.   Mi vida con Alberti, me parece a mí, es un libro ameno y bien escrito, salvo algún gazapo impropio  de una profesora como Mateo,  de utilizar, por ejemplo, desapercibido por inadvertido. Es un libro beligerante, reivindicativo del legado y la importancia de un grandísimo poeta, solitario hasta que apareció, ella, Altair, como caida de las altas esferas del espacio sideral,  generosa, desinteresada y enamorada. Es por lo tanto,  también, un libro reivindicativo de sí misma, la única mujer, aparte la figura intocable y admirada de María Teresa León, que fue amante, colaboradora  y esposa de Rafael. Hasta la extenuación y el desamparo. Y ahora,  su viuda. También hasta la extenuación.

 

 

 

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