Querido Paco: Espero que al recibo de esta te encuentres
bien, yo bien gracias le sean dadas al Señor. Algún achaque de mi provecta senectud
que apenas se libra de un atasco cuando se mete
en un socavón; y lo mismo quiebra su esquelatura que vuelca o
entorna con estruendo, arrastrando tras
de sí bueyes y carreta. Las
tribulaciones perras a que nos someten estos días el PP y su Ministerio de Hacienda, queriéndonos
condenar al hambre y sin pensión de jubilación, me tienen turbado y conturbado. Esa es una de las
sinrazones que ha retrasado mi respuesta o exégesis de tu magnífico libro: el
incierto futuro que la derechona rapaz de este puto y desdichado país ofrece a los creadores. Alza tu voz contra
este latrocinio, que siempre fuiste paladín de
la justicia.
Recibí tu libro que estoy seguro ha de proporcionar tanto
placer a quienes lo leyeren como me ha producido a mí. No te esfuerces en ponderar la favorable opinión que sesudos cátedros y afamados
escribidores tienen de Yo soy todos los
besos que nunca pude darte. Tú sabes mejor que nadie que es un libro de
honda y bella contextura. Y que su solemnidad estilística no le resta llaneza
cuando es menester. Y esto es lo que importa; lo demás, balbuceos de
bachilleres sin diploma ni certificación. Y yo lo sé también;
lo ratifico y doy fe ante notario si necesario fuese. Conozco notarios ilustrados como el de Colmenar Viejo, gran
aficionado a la Tauromaquia, don Vicente
Madero, que administra mis
posesiones hueras, mis haciendas paupérrimas, mis solares vacíos que, de estar edificados,
buenos doblones me darían de renta. Quizá es esto lo que quieren quitarme los
cabrones afanadores de modestos sueldos, mientras protegen a los mayores
ladrones del reino.
Sigo tu obra, más coherente y trabada de lo que algunos creen,
desde tu primera novela: Dicen que Ramón
Ardales ha pasado el Rubicón. Dejemos en sus cavilaciones a quiénes continúan
indagando quién sea el tal Ramón Ardales y que Rubicón cruzara, si
es que alguno cruzó. He vuelto estos dias a tu vida y a la vida de muchos de
nosotros en ocasión del reordenamiento y trabazón de mis memorias teatrales
ampulosamente tituladas, y no sin razón, Una
vida de teatro. Ahí estas tú, y con insolente autoridad, como inventor del
teatro electromagnético en las
tumultuosas noches de Lady Pepa. Tú vida
es una vida con más aventura que desventura. Y ahí, en tu vida, está tu gran
novela por escribir. Será difícil que superes esta ópera magna que tengo entre
mis manos, mientras no escribas el relato de tu azarosa y afortunada vida.
Pienso que eres el mejor prosista de la Bética. Y, como dicen en mi aldea de
Palencia, eso es bueno o “asegún”. Andalucía no vive en estos momentos un Siglo
de Oro de novelistas y poetas. Pero en términos absolutos, después de este
texto, nadie te quitará la hegemonía. De las dos piezas de tu libro, Cubanito
me gusta por su estructura lineal, es un relato que fluye con gran vigor narrativo al estilo de un
magnífico reportaje de periodista de raza, como aquel de los náufragos de García Márquez. El protagonista de Soy
todos los besos que no pude darte, es un personaje maldito
y, a la vez, feliz, que es la más terrible forma de malditismo. Es de la estirpe de los
antihérores de Dostoievsky y Camus, los novelistas en los que, desde mi infancia
seminarística, me he quedado anclado. En el seminario estaban prohibidos, lo
cual añadía al gozo de su lectura una higiénica conciencia de transgresión.
Pese a su sexualidad libertaria y celeste del incesto advierto a veces, en el Acusado, si no
conciencia de pecado, sí la necesidad de una justificación, lo cual explicaría
el afán discursivo y ensayístico de la cultísima y eruditísima segunda parte, a
partir de la epístola explicativa y exculpatoria. Soy un aldeano y ese desborde me abruma un
poco, aunque acabe por descubrir en él la naturaleza nazi de esas perversiones.
El núcleo magnífico de todo es, sin lugar a dudas, Amor de madre y en no menor medida, La piedra y el general. Soy todos los besos …. sale triunfante de las trampas de un relato fragmentario,
cosidas sus distintas partes por la técnica narrativa y el dominio del idioma.
Páginas “con vocación de estilo”; por eso me sorprende algún descuido y desliz
por la pendiente de los tópicos, como por ejemplo, la herida “no revestía
gravedad” y alguna adjetivación de carácter cotidiano y doméstico. Nimiedades.
En ocasiones tiene la
arquitectura de una sinfonía y otras hace un solo de seguidilla o solea; o de
cantes sin guitarra que todavía me emocionan más por su grandeza desnuda y sin
filigranas. Filigranas tiene en ocasiones esta prosa, pero filigranas de buena ley. Y su
posible barroquismo ocasional no es ornamento, sino esencia y naturaleza. En
resumidas cuentas, admirado amigo, un placer haberte vuelto a encontrar en lo
más puro de tu condición de escritor. No
es necesario que recompenses estas palabras, tendencia que siempre está en tu naturaleza generosa,
porque estas palabras no son elogios, sino simple justicia y movimiento del
espíritu. Me basta con tu amistad, tantas veces demostrada, y nuevos libros.
Que el destino te dé la gloria que mereces y a mí la salud
que me falta. Por lo demás y como siempre, SALUD Y LIBERTAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario