Reflexiones colaterales sobre el musical
Los mongolios, Edu
Galán y Dario Adanti no dejan
títere con cabeza y un poco a lo bestia en el Musical; naturalmente hay
más títeres descabezados de derechas que de izquierdas. Lógico; en la vida y en
la política también son más. Váyase
lo uno por lo otro. Quien conozca
Mongolia Revista puede hacerse fácilmente una idea. Además, yo no creo en la
neutralidad ni el equilibrio de crítico. Tampoco creo que, en líneas generales,
los lectores de Mongolia, la Revista, sean
los mismos que los espectadores del Musical.
La reacción de estos, salvando por supuesto honrosas excepciones, es más primaria. Mongolia Revista no es que sea Cuadernos para el Diálogo, pero requiere
una lectura, cierto raciocinio, cosa a la que no creo estén dispuestos todos los
espectadores de el Musical. Pero ver un teatro lleno siempre me llena de gozo. Y
espero algún dia ver a Celia Mayer, concejal
de Cultura del ayuntamiento de Madrid. Prueben los mongolos a invitarla a este
Musical, a ver si se anima; Mayer tiene que convencerse de que el teatro no es
tóxico. La sala principal de los Luchana
estaba a tope.
Rita la bella y el arzobispo compasivo
Entraba yo en los
prolegómenos procesionales de Semana Santa deprimido por la condena, prevista
y previsible, de Rita Maestre. Si después de que el Arzobispo de Madrid la
absolviera y yo pidiera “piedad para
Rita”, no ha sido exculpada, es que para
los jueces, prevaricadores a menudo, ya
no quedan valores respetables en este país. A fin
de cuentas soy exseminarista, que no
alcanza el grado de arzobispo, pero es
una jerarquía. Dice Edu Galán que a
un arzobispo solo se le puede pedir perdón después de habérselo follado. Puede que esa fuera la intención de Rita, pero los arzobispos se han vuelto un poco estrechos y no son como
los curas de antaño, que siempre tenían una hermana o una sobrina para que les organizara
la casa; “la hermana el cura”, “la
sobrina el cura”. Que allí había matute se veía enseguida, sin que mediara incesto impensable en los pueblos de Castilla, que era
donde desterraban a los curas risqueros sin
nada bajo la sotana. También afirma Edu
Galán en un tuit que los obispos son menos remilgados con los niños. En el Seminario yo era un
muchacho feo, campesino y un poco tosco y bronco, no era un querubín. O sea que
nunca corrí peligro.
Las dos Ritas y las varas de medir.
Lo que me parece un
contradiós es que a una Rita, la Barberá,
la aforen por delitos de corrupción, blanqueo de dineros, financiación ilegal, y
que a otra Rita, la Maestre, la descomulguen
por hacer algarabía en sostén y tetas en una capilla católica. Moralmente,
las reivindicaciones un poco pueriles de
la tropa de Rita sobre ovarios, rosarios y derecho a comerse la almeja, pueden
tener cierto sentido de agresividad
anticlerical. Pero técnicamente yo creo que es solo un sacrilegio, invasión escandalosa de
un lugar sagrado, que compete a la
Iglesia tasar y valorar. Hay en Rita algún agravante ajeno a esta jurisdicción,
que sí pudiera ser de orden político y
guerracivilista. Pero no creo que la bella Rita y sus amigas lo planteasen
como una amenaza política, lo que sería una declaración estúpida de
culpabilidad extemporánea: “ardereis como en el 36”. Luego, viene Rita y se queja de que la quieran socarrar como a una bruja. Lo del 36 creo que ha sido un lapsus lingüae. Y que la
Iglesia, ha estado sabia y ecuménica y taimada, si no de qué
2000 años.
De momento, se ha
conjurado el peligro más temido por mí. Que condenaran a cárcel a la bella Rita Maestre y la
metieran en la misma celda que a Rita Barberá. De esta Rita me dicen los amigos
de Valencia que tenga piedad, que yo era su crítico favorito de toros y que un
dia en la Fira de Juliol, me invitó a un vino en la Taberna Alcázar. En el Musical
la fríen a tartazos como en las películas del cine mudo; en la cara de Edu
Galán, que conste. El Musical de los teatros Luchana ha sido como un raro rito,
un poco bestia, para iniciar mi tiempo penitencial y depurativo de la Semana
Santa, que a mí me chifla. No es una cuestión de fé, sino de estética. Me
flipan los imagineros. Incluso Salzillo,
el de Murcia. Volveré a verlo, a
pesar de que en Murcia alguna gente de
teatro ha empezado a llamarme gilipollas
y cosas peores.
El Musical. Y una inyección de refuerzo para seguir
repudiando a los zangolotinos mamporreros de una profesión apasionante, el periodismo.
Respecto a los periodistas que el Musical somete a escarnio, creo que se han quedado cortos. Yo ampliaría
la nómina. Y trataría de vincular la corrupción como sistema de gobierno a la
corrupción como sistema de periodismo. Ahora todo el mundo tira de la manta;
pero durante algún tiempo sólo el Mundo de Pedro
Jota bajó a las cloacas del Estado, esas en las que a Felipe González le gustaba chapotear
para organizar la guerra sucia contra
Eta. Y llevando de palmeros a las estrellas de El Pais. Este miraba para otro lado y era tan impostor entonces como ahora, maldecido por los popes y las
popas que antes tenían patente de corso y hoy lloran el poder perdido. A la mierda.
Mis procesiones
Me pasaré la Semana Santa corrigiendo pruebas de Nuevos sonetos de la Impostura, si
mi editor Ramón Akal me deja convencerle de que Podemos y su disparatado canibalismo político,
también son unos impostores aunque menos, lo concedo. El tiempo que me quede lo
pasaré viendo procesiones, por las que flipo,
no por cuestión de fé y religión, sino por cuestión de santería y por
la imaginería de algunos tallistas como Gregorio
Fernández.
Estoy en desacuerdo con Edu González cuando en el Musical
abomina de la Semana Santa sevillana. Durante
muchos años mi idea de la felicidad eran las procesiones de El Cachorro, La Soledad; y la Maestranza, con la idea siempre de ver salir a un torero
por la Puerta del Príncipe, la Capilla Sixtina del toreo. Luego, para rematar,
juergas flamencas por Triana, el barrio
republicano que Queipo de Llano, el general borrachuzo, quería reducir a escombros
en el 36.
En definitiva, procesiones en las que a las
vírgenes las llaman guapas y otros
filigranas del racial piropo celtibérico, tienen su aquel. Un año, estando un
poco calamocano que diría don Latino,
me atreví a llamarla “tia buena” a la Macarena y algunos sevillanos, tan
calamocanos como yo, me declararon cofrade de honor.
Naturaleza gastronómica del coño
Puestos a prohibir, prohibamos
la procesión del Coño Insumiso que es una horterada. Primero, porque los coños, por su propia naturaleza, han de
ser siempre insumisos y libérrimos; y segundo, y en especial, porque el coño no es de naturaleza visual y óptica,
sino gastronómica.
Y a ver si me centro y empiezo a hacer la crítica del Musical
que, es lo que me compete. La próxima función del Musical cae en Jueves Santo y
algunos amigos me preguntan si les merece la pena. Mi respuesta es que el teatro es lugar sagrado y que siempre merece la pena ir;
o sea, que vayan y que allá ellos y a quien Dios se la dé Mongolia se la bendiga.
Entrar en una sala de teatro es un acto revolucionario, y más teniendo en cuenta que Celia Mayer no ha pisado
todavía su teatro, el Español de la Plaza Santa Ana; y desde que Pablo Iglesias, en un momento de
euforia, dijera que el teatro es una mariconada. Piscator, Maiakowski, Meyerhold, Brecht, Valle Inclán, Arrabal a la
mierda, todos maricones. Se empieza
así y se acaba por montar una tragedia tipo Macbeth con
Errejón, Echenique,
Tania Sánchez, Pasqual, Teresa Rodríguez; y por destituir a Pérez de la Fuente que se atreve a
poner a Alfonso Sastre y a Max Aub, dos grandes del teatro
español del siglo XX, dos malditos siempre en el punto de mira del sistema; el de
Franco y el de la democracia putrefacta.
Lo bueno, lo malo y lo regular del Musical.
Voy a entrar de una puñetera vez en el Musical, que es de lo
que se trata, pero antes quiero fijar mis posiciones; a) soy
antimonárquico y los Borbones me parecen
una anomalía histórica producto de sucesivas
disfunciones eréctiles. b) me declaro gramsciano, o sea “frente al
pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”.
Dicho esto, a ver cómo
me las arreglo yo para decirles a Edu Galán y a Darío Adanti que no me gusta esta segunda edición del primer
musical, que sí me gustó. Primero porque
me parece políticamente ineficaz y estéticamente prescindible sin entrar en un
análisis de sus estructuras dramáticas; circunstancias que, seguramente, se la
sudan al público al que el Musical va dirigido. Segundo, que la escatología como
lenguaje de transmisión de pensamiento no
es convincente; que llamar cacahuete disecado a Teresa de Calcuta o mandar a Felipe
VI y a toda su parentela, a mamarla y a tomar por el culo, -coreados por un público preocupado de reponer intendencia en el bar
de al lado- es como el caca, culo,
pis de los niños. Es en este sentido,
en el que echo de menos la inteligente y vitriólica crítica del anterior
musical. También echo de menos, más
beligerancia contra los putos moros de la yihad y el puto ISIS, verdadero puto fascismo de estos días.
Y como no todo han de ser pegas, me parece formidable la
historieta de Franco y su técnica del golpe de Estado, su técnica de la
supervivencia histórica, su técnica de fascismo y su técnica de fusilamientos.
Sigue siendo muy buena la forma de matar
a un gallego y la puerta giratoria. Ahí, el pelotudo Dario Adanti que es mejor showman, pero no
mejor actor que Edu Galán, es imparable e implacable como una apisonadora.
Bueno; aquí paz y después gloria. La paz, no lo sé. Y la
gloria me la suda.
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