domingo, 1 de enero de 2017

LENGUA VIPERINA DE LAS ESTRELLAS


Antes de nada, expresar mis deseos que quisiera ver cumplidos este año tormentoso e infame de 2017. Con verlos realizados, el año será ya menos infame.

El primero es que desaparezca el IVA cultural que tanto afecta al teatro. Se agradece al ministro de cultura la reducción pero es insuficiente.

 Segundo, ver representado en Madrid con dignidad  a Alfonso Sastre; Los hombres y sus sombras, o El camarado obscuro, por ejemplo Teatro español, !ahí os quiero ver!.

 Tercero, ver en escena Deseantes, de María Hervás, revelación de una actriz con trasfondo profundo de autora de vanguardia.

Cuarto, ver algún estreno absoluto de autores españoles ignorados. Hay muchos, pero por méritos acumulados me quedo con Jerónimo Lopez Mozo, La bella durmiente o Jose Barbacana recién editados por la ADE

 Quinto ver, por fin, en escena mi monólogo Lager, campo de concentración.

Sexto. Que se cumplan las grandes expectativas generadas por el  próximo estreno de Los Gondra dirigida por Josep María Mestres, en la Paco Nieva del CDN

 Séptimo. Secreto.

Octavo. Secreto

 Las mujeres nunca me han amado.

Felicitaciones a todos, paz y concordia consigo mismos; y lo demás se os dará por añadidura. Piedad y la comprensión de aquellas mujeres que nunca nos han amado ni nos amarán. Empecemos el año con un acto de humildad: las mujeres nunca me han amado. Algunas me han querido un poco como quien se toma un Martini bien preparado y poco más. No es que a mí me moleste esa condición de aperitivo; el aperitivo es refrescante,  banal, ligero y alegre.

Hubo tres mujeres  que amé con locura. Y nunca me hicieron caso. Por ellas traicioné mi primer amor,  la dulce y mínima monja capillera de la Abadía de Lebanza a la que una vez, sin querer, rocé el culo en la sacristía. Y a ella, sin querer por supuesto, parece que el descuido no le disgustó.

 Liz Taylor, los ojos de Liz Taylor ese azul sobrenatural que los hacía violetas y aguamarina de verdemar; pero vino el borracho de Richard Burton y se llevó a mi Cleopatra. A Audrey Hepburn nunca pude llevarla a desayunar a Tifany,s. Con Marylin me fué un poco mejor  porque la engañé haciéndole creer que era Truman Capote, con el cual podía  pendonear por  Hollywood a su aire. El problema de Truman es que solo veía a Marylin como colega, no como mujer.

Mi amor eterno ha sido Ana que sigue sin creérselo. Pese a lo cual lleva 46 años aguantándome. Respecto al amor de las mujeres, así en general, siempre recuerdo  uno de los pensamientos más profundos de Marylin: “no presumas de haber sido el primero en mi corazón, si no fuiste inteligente para ser el último”. De Marylin creo saber mucho, aunque nunca se sabe mucho de una mujer;  me interesó siempre no por mujer bella, su culo era gordo y feo, sino por mujer herida, ultrajada. Esta era su visión de Hollywood: “la virtud y el talento de una chica, importa menos que su peinado”

Las frases goma 2, absoluta trilita, de las estrellas inteligentes siguen mordiéndome de admiración el alma. La que más, Marylin por supuesto “a mí no me muerden los perros, me muerden los seres humanos”.  Le dolía tener las manos feas, como Liz Taylor: “pero con esos ojos, quién  iba a fijarse en sus manos”. Ava Gardner vitriólica contra Mia Farrow: “siempre supe que Frank (Sinatra) acabaría en la cama con un chico”.

La frase más cursi del cine, Ingrid Bergman en Casablanca. Su corazón se acelera de amor en un bombardeo  y dice, “son cañonazos o son los latidos de mi corazón?”  La más intencionada, Mae West al advertir lo escarpado de  entrepierna masculina, la del poco masculino Cary Grant, “¿llevas revólver o es que te alegras de verme?. La más fatalista, Bogart en Casablanca, “de todos los bares del mundo, has tenido que venir al mio”.

Premio Miguel Mihura.

Se aproxima el dia 16 de enero en que fallaremos el Premio Miguel Mihura a la Mejor Actriz del Año, de los dos últimos años mejor dicho, como excepción, pues el Miguel Mihura hace 12 años que no se otorga.   Abarcaremos dos, a lo máximo tres años, pero no podemos recuperar los doce perdidos. Nunca hubo bases específicas sobre este honrosísimo premio y será el jurado el que las establezca. Será el premio a un trabajo de relieve que descubra un talento emergente o apuntale un futuro consolidado o previsible, una actriz joven o menos joven con más porvenir que pasado.

 

 

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