Nueva
habitante de este paisaje de las maravillas (gracias, lectores y seguidores,
por la acogida que venís prestándole). Retratos
a Punta Seca. Hija de Manuel
Gallardo y de María Jesús Lara. O
sea actriz de raza y de estirpe por los dos lados. No recuerdo la primera vez
que vi a Nuria Gallardo en un escenario.
No porque haga mucho tiempo, sino porque entonces yo no escribía de teatro y mi
memoria era más aleatoria. Quizá fuera en el Marat haciendo de Carlota
Corday. Quizá. Me gustaba ver teatro entre cajas, cuando los amigos o la empresa me lo permitían, y en
una de esa tardes o noches debí quizá coincidir con ella. Sería casi una niña y,
de existir ese sueño, debió de ser en el Marquina, Infanta Isabel o María
Guerrero próximos al café Gijón. No sé. En esos teatros y en algún otro yo
hacía de machaca, o sea asistente, de los
cómicos trayéndoles bocatas, cervezas o
cocacolas entre función y función. Quizá
una tarde en que ella fue a ver a su padre Manuel Gallardo. En
cualquier caso estos retratos no persiguen
la exactitud histórica y biográfica, sino una aproximación muy personal
al personaje.
Cabalmente, con pleno conocimiento de causas
teatrales y personales, la conocí hace seis o siete años en un fallo del Premio
Valle Inclán en compañía de Esperanza
D,Ors e Ignacio Amestoy., del que había hecho Ederra “Ven, me dijo éste, vas a conocer a Nuria Gallardo”;
“ya la conozco respondí”.
Ciertamente
la conocía, aunque quizás no conocía a la genuina Nuria Gallardo Tengo la
costumbre, o la descortesía, de mirar sin disimulo a los ojos, lo que a veces
crea cierta incomodidad. A Nuria Gallardo no le creó ninguna. Vi en esas bellas
transparencias marinas, agua, aire e inteligencia e ironía un poco malvada. Es actriz de muchos registros, pero Helena Pimenta la ha amarrado a la Compañía Nacional de
Teatro Clásico de la que es puntal, donde a mí me gusta valorar su sintonía con
Joaquín Notario, Marta Poveda o Pepa Pedroche.
Procede del
laboratorio de Willyan Layton, o sea el
Método, que no es Stanislauski exactamente, pese a lo que dijera Strasberg. Yo creo que está más cerca de La paradoja del comediante de Diderot.
Y de Dom Richardson y su teoría: Interpretar
sin dolor. Es una actriz madura y consistente y, a la vez, joven. Una
actriz a la que le queda un largo recorrido.
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