sábado, 9 de febrero de 2019

TAVORA, GENIALIDAD Y CONCIENCIA


Salvador Távora, el genio. Actualización y correción texto  publicado en la web y en papel El mundo

El mundo del teatro y la libertad es hoy un inmenso Quejío, un llanto universal. Ha muerto Salvador Távora, fundador de la Cuadra, conciencia de resistencia.  Sin la Cuadra, no se entendería el teatro en España, el arte como elemento de liberación y de combate.  El flamenco es la cultura de la sangre, los sonidos negros de Manuel Torre, la garganta que sabe a sangre. El flamenco es la máxima expresión del pueblo andaluz, siempre alabado y siempre manipulado. Flamenco, toros, Semana Santa. Frente a quienes pretenden convertir en anécdota esta trinidad esencial, Salvador Távora la elevó a categoría: estética, arte y compromiso, palabra tan denostada cuando el compromiso es a favor de la justicia. Jean Paul Sartre explicó muy bien este argumento Todo arte es político nace del pueblo y vuelve al pueblo.
Távora trabajó siempre en soledad, sin ayudas de un sistema que lo miraba como una amenaza De “hijo maldito” de Sevilla alcanzó la cumbre de hijo predilecto; vaivenes de la historia. La Cuadra, tres millones de espectadores en el mundo entero.  Renovó la escena española anquilosada y academicista; y liberó de la idea de folclore para turistas el flamenco del que hizo un inmenso teatro. Pero uno tiene sus preferencias, por su puesto. Y estas son para mí Los palos, Andalucía amarga, Las bacantes, su incursión en el mundo de García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. O Pasionaria, con Ignacio Amestoy. Ha muerto un hombre, pero la historia del flamenco pervive. Lo conocí hace siglos en un festival de Valladolid donde acabamos, de madrugada, cantando a Lluis Llach después de hacer flamenco, seguiriyas, fandangos, bulerías por soleá.
  Tenía 88 años.  Hay que volver a los místicos y a la izquierda militante, a la tradición y a la modernidad, que todo eso era Salvador Távora, los palos, las herramientas, el pueblo andaluz y universal por ser andaluz y ser pueblo. Hace unos días nos transmitíamos nuestras tribulaciones y temores. Nuestros desencantos, no. Porque siempre los considerábamos pasajeros. Había perdido el vigor de su voz pero no la fuerza de Carmen, de la Ópera de Cornetas y Tambores…”señor que viene a caballo y no da los buenos días si el caballo cojeara otro gallo cantaría”. Hasta pronto, nos vemos en la Soledad, me dijo, con Grosso. La Soledad es la última procesión de la Semana Santa sevillana. A las 24 horas del sábado, San Lorenzo, saetas, la cruz de guia.  La Soledad, última claudicación antes de irnos a la corrida de Resurrección de la Maestranza recién perfumada y lavada. Pilar Távora era menos optimista sobre la salud de Salvador.   
 Fue obrero y cuidador de caballos en la casa de los Guardiola. Alfonso Guardiola repetía  que hubiese sido un Curro Romero de tener un poco más de corazón. Se refería al valor ante el toro, nada difícil  tratándose de Romero. La leyenda dice que de novillero abrió la Puerta del Príncipe, la Capilla Sixtina del toreo. Se retiró la tarde en que en Palma De Mallorca un toro mató a su  amigo Salvador Guardiola, (creo que se desnucó al caer del caballo) un toro que como sobresaliente tuvo que matar  él. Nada humano le fue ajeno, nada que tuviese que ver con la justicia, la política, el arte. Hace pocos días lo recordábamos  en este periódico, para afirmar  la idea de que la derecha, y menos la ultraderecha de Vox, no puede apropiarse en exclusiva de la legitimidad de la corrida. La dramaturgia de Távora era inclusiva y universal: Pasionaria, García Márquez, el flameno el andalucismo combativo y creador. De ello  somos testigos no sólo sus amigos de Cerro del Águila, sino los amantes del teatro universal, del teatro estable la Cuadra, ya consolidado y referencia indiscutible de Sevilla y del flamenco. Requiescat.


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