Poesía, armas y repostería. Este articulo ha sido publicado en el Diario Palentino.
El día 24 de abril, más o menos,
se cumplió el aniversario del nacimiento de Jorge Manrique, 1440,
Paredes de Nava, sobrino de Gómez Manrique político belicoso y
pendenciero, de su tiempo; y en cierta medida creador del teatro español con el
Auto de los Reyes Magos, escrito exprofeso para las clarisas de Alar del
Rey, de las que era abadesa su hermana. En una zona marcada por el
triángulo Amusco, Carrión de los Condes y Paredes de Nava se condensa buena
parte de la historia de España en sus momentos de esplendor. Y eso sin citar a
Villoldo, pueblo agrícola y cangrejero, donde nació Juan de Villoldo, un
imaginero de escaso renombre, pero de notable trayectoria. Por todo esto
Villoldo, pudo ser el eje de un resplandor hoy inexistente y centrado en la
fama repostera de los amarguillos, pastas de almendra cuya fama, en tiempos,
eclipsó la popularidad genuina de la pastelería El pistolero, de Carrión
de los Condes. Hoy Villoldo es una referencia familiar, la señá Julia, Miguel
Hoyos y Arturo Gil, un séneca de pueblo que me pone al tanto de las
no infrecuentes controversias de la comunidad.
Ignoro por qué razones a la
pastelería exquisita de la calle la Rúa se la llamaba el Pistolero. Lo que importa hoy, es la
historia de Carrión más que su presente, aunque aquí naciera un excelente actor
imprescindible en los repartos de postín de Madrid, Antonio Medina. Carrión
es el lugar donde nació don Iñigo López de Mendoza, Marqués de
Santillana, el de las serranillas, y por la alusión perpetuada en la leyenda,
los infantes que, en el Robledal de Corpes, agraviaron a las hijas del
Cid, doña Elvira y doña Sol. Carrión de los Condes, sin
esplendores, sigue siendo el punto de referencia histórico de la provincia, con
Paredes de Nava patria, disputada con Jaén, de Jorge Manrique, el de las
Coplas. Yo sigo defendiendo Paredes de
Nava. Pero si despojamos a Paredes de Jorge Manrique, no importa; le quedan los
Berruguete. Torre de los Molinos, es la aldea en la que nací, hoy casi
deshabitada, donde me tienen dedicada una plaza frente al solar de la casa en
que viví. Yo desconozco los méritos, salvo el afecto de un excalde socialista,
Benigno, que se empeñó en honrarme. Mi padre, peatón cartero de Carrión a Torre
y artista forjador del hierro en el santuario de su fragua, y mi madre, sí me
creían con méritos. Mi madre me dijo al abandonar la aldea, “hijo que no te
pase lo que a Quevedo” Posiblemente la persona más notable de Torre de los
Molinos no sea yo sino Domingo Merino, un ser inteligente y honrado, en
quien se cumplen todos los requisitos del tópico, “hacerse a sí mismo”. De él
aprendí algo que España entera debiera aprender: “Javier, las guerras civiles
no las gana nadie, las pierden todos”. En estos momentos quizá conviniera
recordar esto.
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