Gallito, ángel de luz
El pesar y la tristeza por la
muerte de Genovés y de Julio Anguita ha desplazado mi habitual
reconocimiento de la genialidad torera de Joselito, siempre recordado en
todas las plazas de España con un minuto
de silencio, el 15 de mayo. Sabía tanto
sobre las condiciones de un animal, nada más aparecer por chiqueros, que la madre había dicho temer por el mayor
de los Gallo, Rafael el de las espantadas, pero que a José
no “lo tocaría un toro a no ser que le tirara un cuerno”. Y murió en Talavera
un 15 de mayo, 1814. Una semana antes había toreado en Madrid. Y se alzó una
voz maldita de los tendidos: “ójala te mate el toro en Talavera el Domingo.” Me
cantaba mi madre el romance de Joselito cuando íbamos a espigar de madrugada
los restos de las tierras recién
vaciadas de mieses: “la maldición se cumplió/ de aquel desgraciado hombre/ y en
Talavera murió el rey de los matadores”.
En El arte de birlibirloque
José Bergamín llama a José ángel de luz, y a Juan Belmonte, ángel
de sombra: lo apolíneo y lo dionisiaco. Rivales y amigos; tanto que, al morir
José, Juan dicen que exclamó: “hasta en esto me has ganado la partida”. Desde
que se lo prometió a Valle Inclán, morir ante el toro era su objetivo.
“Juan, es usted sublime; sólo le falta morir en el ruedo”. Según cuentan,Belmonte respondió, “se hará lo que se pueda, don Ramón”.
Belmonte no murió en los ruedos;
se levantó la tapa de los sesos de un pistoletazo, tras una mañana de acosar
toros, provocando infructuosamente, el infarto de su atormentado corazón. Hoy
los aficionados a los toros, entre los que me cuento, pese a la Inquisición
de mis amigos de Podemos y a las diatribas de mi amiga Natalia Millán, grandísima actriz, siguen divididos en torno
a José y Juan; la peña Los de José y Juan, trata de unificar voluntades
y en parte lo ha conseguido. Pero no es tanto la celebración torera del menor
de los Gallos lo que me ocupa, cuanto la celebración de José Bergamín, por un genio del toreo. Esta pasión torera
bergamasca cilminatia años más tarde En Rafael de Paula y su callada
música del toreo. De paso, no quiero olvidar la tórrida pasión, por Encarnación Júlvez,
la Argentinita, muerta de un cáncer en el exilio. El toro se llevó por delante
sus dos pasiones, Joselito y Sánchez
Mejías. Y el toro de la guerra, negro y marrajo, le arrebató a Federico García Lorca, fusilado
por el fascismo.
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