domingo, 25 de febrero de 2024

 

Carta a Antonio Leyva que se marchó sin avisar.

Hola Antonio. Te envié esta carta hace unos días, pero se me olvidó ponerle sello y me la han devuelto para que la franquee adecuadamente. Por eso te llegará con retraso. Después de irte, te han hecho un homenaje en Orfila, galería  que tú fundaste con otro poeta, Julián Marcos, el cual  se pasó al cine consciente de que en la poesía carecía de porvenir. Causas ajenas a mí voluntad me impidieron ir a tu homenaje. Primero una pregunta, ¿por dónde andas?. Luego, un reproche;  esto no se hace a un amigo, a los amigos. Aunque nosotros, los de entonces, no seamos los mismos. Te has ido en silencio. Con discreción,  sin armar bulla. La discreción, bien mirado, en personas como tú, no era una virtud sino una necesidad de aquellos tiempos obscuros; La necesidad de la clandestinidad política en que nos movíamos muchos, por abruptos terrenos aledaños al Partido. O dentro del Partido.  El Partido Comunista, nada más que hablar. No había otro. El Psoe,  durmiente o de vacaciones. Decir el Partido era decir PCE, el único al que verdaderamente odiaba y temía Franco, junto a los monárquicos de don Juan de Borbón, amigo de la antiespaña en la que nunca jamás de los jamases llegaría a reinar. A riesgo incluso de una trifulca  familiar borbónica. ¡Palabra de Franco, Franco Franco!

La   Galería Orfila, no era el centro de nada y era el centro de todo. Julian Marcos, como ya he dicho,  renunció a Orfila para dedicarse  dirigir  cine, su gran pasión. Tú continuaste un proyecto que hoy rige tu hijo, Antonio Leyva San Juan. Tu condición de poeta de vanguardia,  de la que Fanny Rubio ha dejado constancia en sus estudios sobre las revistas de poesía de los años cincuenta, es un hecho menos conocido, pero cierto. Aún no he podido leer tus dos últimos poemarios porque en  la Casa del Libro no dan razón, mi librero de Colmenar Viejo  es un tanto indolente y tú indolencia postal no me los ha enviado. Aprendices de periodistas,  que están haciendo un máster,  me preguntan sobre la aventura de Crónica3 de las artes, revista que fundamos tú y yo, que sobrevivió honrada y heroicamente tres o cuatro años; sin cambiar críticas favorables por publicidad pagada, que era cosa bastante normal en aquellos tiempos. Teníamos las mejores firmas de críticos de arte, pero la mayor parte de la revista la escribíamos nosotros dos. Quiero citar  a Manolo Conde porque era amigo muy especial, al que siempre temíamos fuera a ocurrirle algo indeseable. La revista se llamó Crónica3, porque se nos unió Jacinto Sánchez, que tenía un taller de impresión de libros, revistas y catálogos de pintores, con lo cual la salida a kioskos estaba asegurada. Jacinto Sánchez era un gran profesional al que yo conocía del periódico Arriba a cuya “desfalangistización” ambos contribuimos, yo en redacción, desde el PCE insurgente clandestino, y Jacinto en talleres, al principio desde USO, organización  sindical autogestionaria, modelo Tito de Yugoslavia,  y más tarde me parece recordar,  desde Comisiones  Obreras.


No hay comentarios:

Publicar un comentario