sábado, 30 de marzo de 2024

 

ARS MORIENDI

Salto cualitativo desde la excelencia

Pablo Jiménez ha publicado un nuevo libro de poemas, Ars Moriendi. Oportuno para las horas de estos sombríos días  semanosanteros. Un libro heterodoxo al que en tiempos más obscuros aún que los actuales, le hubieran negado el nihil obstat y hubiera ido a parar al Index librorum prohibitorum. Pablo Jiménez es un gran poeta que ya había publicado, me parece, sus Obras Completas, pero ahora con este texto las completa más. En  los lejanos tiempos del Aquelarre transgresor de Alberto Alvarez de Cienfuegos,  que había sido capitán jovencísimo del Ejercito Republicano y amnistiado tras años de cárcel, Pablo Jiménez era ya un   poeta tendente al clasicismo, un sonetista de excepción. Fue seminarista y parece que en todos los  Seminarios, para los cuales eran  reclutados los muchachos listos y pobres de los pueblos,  nos enseñaran a pensar en endecasílabos. Por lo que a mí respecta, Sonetos de la impostura, edit Akal, es un libro  por el cual a punto estuve de tenerme que exiliar, pues el PSOE lo tomó como ofensa y ataque personal a los sociatas. Sonetos de fuego y nieve, es un libro más templado sin otra consecuencia que una novia que me dejó por otro.

 La colección de sonetos de este Ars Moriendi es modelo de perfección inalcanzable para la mayor parte de los mortales.  Resalto con orgullo estas confluencias sin pretender compararme con Pablo Jiménez, lo cual sería vanidad suicida por mi parte. Pablo siempre fue persona de orden, fiel cumplidor de sus obligaciones, enamorado fiel de su novia, que sigue siendo  su mujer, Pilar, después de  cincuenta y dos años bien contados. Por lo que puedo deducir de Ars moriendi, Pablo llevaba escondido entonces un insurgente desesperado, sin límites ni lindes, como  otros llevaban  la clandestinidad política. Ars moriendi no es un libro sin esperanza, es un libro desesperado al que pone prólogo un trabajo ejemplar, por su lucidez, su poética y su profundidad, Javier Magano. No es un prólogo explicativo, que suele ser lo normal; es un prólogo iluminador, lleno de revelaciones.  

El título Ars moriendi  evoca el Ars amandi, del romano Ovidio, pero no hay que dejarse engañar por las apariencias. Hay que tener más oficio, mas dedicación para  morir que a para amar, a no ser que el amor sea la nada que quema, la nada imposible que se niega y se reconoce a sí misma en cada aliento. La negación del amor y, a la vez, la negación de ese esa negación; una forma  del absurdo existencial.  La poesía de  Pablo Jiménez ha dado un salto cualitativo desde la excelencia que lo caracterizó siempre. En este nuevo libro se reconoce y se niega a sí mismo, es el ser y el no ser shakesperiano, es el todo y a la vez  la nada; no le es aplicable la norma latina “dos negaciones afirman” que sería en último caso una norma gramatical y Jiménez niega también la gramática como anécdota efímera y a la vez esencialidad fundante. Podría también haberlo titulado morituri te salutant, pero eso sería limitar el alcance de sus múltiples desdoblamientos. Un caos que en el orden muere y en el desorden vive, o viceversa.  Particularmente inquietante es la  versión que ofrece del mito fratricida de Caín y Abel,  o de la pasión y muerte de Cristo, víctima lejana y legendaria éste, del resentimiento de Abraham que, airado, sacrifica a su hijo Isaac pese a  tener suficientemente contento a Dios por su disposición a la obediencia. Ars moriendi, un libro que debiera sacudir los cimientos del desértico panorama de la actual poesía española y no pasar inadvertido.

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