miércoles, 27 de mayo de 2015

AMESTOY; UNA CELEBRACIÓN. El TEATRO,PATRIA DEL HOMBRE.

Celebración en torno a Ignacio Amestoy

En un Madrid convulso por la fragorosa resaca electoral del dia anterior el teatro resiste. Y se une y manifiesta en torno a Ignacio Amestoy, al margen de banderías. Una verdadera celebración en el auditorio de la Casa del Lector, del Matadero. El pretexto podría ser cualquiera, pero sido la publicación de dos obras  en Cátedra: Violetas para un Borbón y Dionisio Ridruejo, una pasión española. Ambas han tenido ya los honores de las tablas, que es el lugar natural del teatro escrito; pero está bien tenerlas a mano, la representación es fugaz y el libro perdura. Y estimula el recuerdo, la imaginación y el conocimiento del autor. Amestoy escribió Una pasión española hace 30 años. En estos tiempos cobra especial fuerza la larga travesía de Dionisio Ridruejo, del fascismo a un democratismo convencido y profético.
 Cumplido el destino escénico, y aun sin cumplir, leer teatro es una de las cosas más gratificantes para  un hombre de cultura. Más memoria quedará de muchos autores, de imposible acceso a las tablas, por el libro que por la representación.
No es el caso de Amestoy, que estrena y publica. En el transcurso de la celebración, Francisco Vidal, que dirigió hace algún tiempo Violetas para un Borbón, ofreció reponerla. Utilizo el término celebración porque me gusta más que el de homenaje, que es como estaba anunciado el acto y porque lo que ocurría en el escenario y en la sala era, precisamente, el júbilo por un autor imprescindible  en la dramaturgia española.
 Los homenajes en este país llamado España suelen ser  insólitos y académicos o interesados con cierto tufo de posteridad. Amestoy es presente vivísimo del teatro español, por eso utilizo el término celebración que es más litúrgico, más ritual y, por lo tanto, más teatral. Y más abierto como corresponde a la personalidad poliédrica de Ignacio Amestoy; una resultante dialéctica de elementos en apariencia contrapuestos: creador, gestor, organizador profesor.  Su teatro tiene el elemento fundacional de la palabra, del don literario con una particularidad que seduce a directores audaces: la palabra refuerza los  caracteres y la acción escénica; o sea una auténtica poética dramática.
Con frecuencia, tras una puesta en escena, una entrevista, un artículo o un cambio de impresiones en un estreno, he reflexionado sobre el alma plural de Amestoy. Ignacio tiene tres almas y eso le permite transitar varios caminos a la vez sin tener que desprenderse de ninguna: una rara unión hipostática de varias naturalezas. El alma periodística, indisoluble de su actividad diaria, le mantiene pegado a la tierra y a la realidad; el alma de dramaturgo le permite reelaborar esa realidad  y  recrear un mundo  cuyas razones y sinrazones trata de descubrir constantemente; el alma de gestor y organizador es la más prosaica, pero viene impregnada de esa poética dramática aludida; y de esa iluminación del periodismo, lo cual  la convierte en una manifestación de la amistad.
La amistad en Amestoy no es una virtud abstracta. Me atrevería a decir que es otra alma; pero cuatro almas son ya demasiadas almas incluso para Ignacio Amestoy. Ayer, en la celebración de la Casa del Lector se percibía ese sentimiento de reciprocidad multidireccional: la amistad. En un Madrid convulso y colérico, pudimos comprobar que el teatro es la verdadera patria del hombre.

   

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