HOMENAJE A CHICA CON FALDA ROJA.
Me pedirán
que explique la inesperada e
imprevisible deriva a Antoine Saint-Exupéry cuando aún está
vivo el teatricidio de Manuela Carmena, con la complicidad necesaria
del infame director del Matadero y de Celia
Mayer, analfabeta, según Nuria Espert. Pero soy un teatrero
empedernido, convicto y confeso, y Chica
con Falda Roja me alerta de un escrito explosivo de Rodrigo García. Hago RT y digo más o menos: “no vuelvas; no eres de
los nuestros, no eres de los suyos, solo eres el más universal de los teatreros españoles, un
puto teatrero español (o argentino) Quieto parao donde estés, no te muevas”. Se
arma en las redes “¿Quiénes son los nuestros”. Tengo que preguntarles a las
actrices más admiradas qué les parece la catilinaria, la dura diatriba de
Rodrigo, el insurgente, contra el señor don Mateo y contra muchos/as más.
Las que admiro son todas las candidatas de la
noche del Mihura. Entre ellas, Clara Sanchis,
Marta Poveda, Beatriz Argüello, (la
ganadora) María Hervás, Manuela Paso, Isabelle
Stofell, Irene Escolar, Lucía Quintana, Sara Moraleda… y un etecé hasta
20. Que se mojen y se arremanguen hasta
donde su natural pudor les permita.
Me llama la atención avatar Chica con Falda Roja, las piernas al viento de los páramos castellanos
y ese aire un poco melancólico de campesina ilustrada y saludable que podía
inspirar una Serranilla del Marqués de
Santillana, “moza tan fermosa/ non vi en la rivera/ como esta vaquera/ de la Finojosa”.
Acabaré adorándola como adoro el cuadro que
tengo delante de mí, Mujer con falda
verde, del inmortal Caneja,
cuadro inspirado precisamente en estos campos. La única vez que Ana me amenazó con separación y
divorcio fulminantes, fue cuando sugerí aceptar la oferta millonaria,
supermillonaria, de un coleccionista emperrado en llevarse el cuadro…..
Vuelvo al
teatricidio del tal Mateo Nieto, aunque
de pasada. Manola, “quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras”.
En
realidad la vuelta a Saint-Exupéry no ha
sido tan inesperada. El aviador me atrae como hombre de acción. En el 44 su avión fue
derribado en combate. Murió. Antes había
sido partisano, llevaba en la sangre el Bella
Ciao diario y la imagen de las mujeres amadas que nunca dejarían de amarlo. Ninguna pudo ponerle flores en la tumba porque su tumba fue el mar.
Su Libro Cartas
a una amiga inventada me fascina en la misma medida que me horripila El principito. Trato de hallar el equilibrio imposible entre ambos textos. Y
llevo unos días buscando complicidades
para inventarme esa amiga que acaso ya
está inventada y que solo haya que reinventar.
Me turba la aventura. Si
reinventas a una mujer puede te estés equivocando y que ella se encuentre bien
como está y no quiera que la reinventen.
Me di cuenta hace años de que mi idea
de belleza puede resultar incómoda sobre todo a quien trata de renunciar a ella por adquirir un canon de virtud expiatoria. Me olvido de
todo y fijo esa idea en el más
fascinante mensaje que un hombre puede recibir:
“en la fría iglesia de tu pueblo toqué para ti Bach y Ligeti”. No tardé en descifrar el engima; la clave era
Ligeti. Pero la deslumbrante orgía que
la música de Ligeti sugería, no era una incitación,
sino una disuasión. Cualquiera de las mujeres que participaba en aquella fastuosa
misa negra podía ser la autora del mensaje. Eyes
Wide Shout. Me tuviste cerca parecía decirme, pero olvídate…Aquella fue la
última ocasión y maldita sea la belleza de los cuerpos, nunca un hombre volverá a desear mi cuerpo vestido
solo de antifaz, ni pagará por él para ultrajarlo.
Podría ser esta, toqué para ti Bach y
Ligeti, la amiga inventada, anónima, clandestina y expiante de desconocidas y
por lo tanto inexistentes fábulas, de mis cartas. Sólo pensarlo me turba… y me
asusta. Aunque tengo costumbres de clandestinidad largamente depuradas,
cualquier roce, el roce de una pluma, podía herirla; cualquier inocente alusión
podía parecerle falta de respeto. No es casualidad, pues, que haya vuelto a
Saint-Exupéry olvidándome por el momento del infame Feijoó del Matadero. Antoine conoce la
fórmula para escribirle a una amiga, su amiga Rinedete
que igual discurría sobre filosofía, belleza, fealdad, amor, teatro, soledad o ausencia.
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