Paso/Azorin, en
vanguardia.
Mañana en el Lara, la mítica Bombonera de don Conrado Blanco, de la calle
Cava Baja, Ramón Paso estrena Móvil obra de la que es autor y
director. La primera vez que escuché hablar de Ramon Paso, de la familia
de los Paso y los Jardiel,
fue a María Diaz, periodista bilbaína afincada en Madrid, que
donde pone el ojo pone el éxito. Ramón Paso, “no lo pierdas de vista ni
a él ni a ninguna de las actrices de su grupo”. Y como lo que dice María Diaz
va a misa -bueno a cualquier sitio menos a misa- ya no lo perdí de vista. El
encuentro fue feliz y afortunad; y
empezamos recordando a Alfonso Sastre que siempre me reprochó mí poco afecto al teatro de Jardiel: “no
puede entenderse el teatro español de la segunda mitad del siglo XX sin
Jardiel”. Tras el aviso de María Diaz, que hizo extensivo a tres actrices, Ana
Azorín, Inés Kerzan y Ángela Peirat, no me he perdido nada de este
teatrero, cuyos estrenos suponen un acontecimiento en el ámbito de la vanguardia y la juventud. A estas se ha unido
más recientemente Ainhoa Quintana. Algunos títulos iniciáticos, La
ramera de Babilonia o Las leyes de la relatividad aplicadas a las relaciones sexuales, que sorprendió al jurado del
Valle y lo encumbró como candidato al mismo al que solo accede un reducido número de privilegiados. No es
infrecuente la colaboración, muy delimitados los campos, con Eloy Arenas, un
grande del humor que anticipó “el final
de una banda”, ETA, con Burundanga,
la obra que le ha dado fama imperecedera. Paso/Azorin ha rebasado ya este
circuito para acceder al circuito superior, más o menos convencional, sin perder ninguna de sus virtudes.
Drácula, el vampiro de Transilvana, Vlad
Tepes el empalador, de Briam Stoker, con un melancólico Jacobo
Dicenta de protagonista, fue un paso decisivo y Móvil continúa la
trayectoria. Si el teatro es un arte eminentemente sensorial, o eso me parece a
mí, Ramón Paso lo enriquece con un sutil toque intelectual que depura y
acrisola esa sensorialidad. Tiempos de desolación, tiempos de pandemia, pero el
teatro no muere. Vuelve también el Brujo, con una arriesgada incursión en
Valle, El alma de Valle Inclán. También Rafael Alvarez el Brujo cuenta
sus intervenciones por éxitos. Desde el célebre Búfalo limpiabotas, de
Juncal con Paco Rabal; desde La taberna fantástica, el
borracho acuchillado, acaso su mejor
interpretación que lo ha marcado para siempre. Al menos esa era la
opinión de Justo Alonso, un gran productor, un gran hombre de teatro que
produjo La taberna, un sombrío y cruento drama.
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