martes, 3 de diciembre de 2013

ESTE PAIS NO TIENE ARREGLO

Y, en consecuencia, si este país no tiene arreglo, habría que exiliarse. Pero uno ya está mayor para esas aventuras y este país llamado España, tiene todavía algunas cosas buenas; por ejemplo y pese a lo que digan algunos y escribiera León del Arroyal en Oración apologética en defensa del Estado floreciente de España, le quedan los torosy el flamenco. Yo creo que me quedo en España por los toros y el flamenco. Los primeros acabarán quitándomelos; pero el flamenco, no. Este es inmortal y ni siquiera los turistas secarán sus  raices profundas....Los toros en cambio !ay! los toros.....
Siempre que he tratado de defender a este país llamado España,  he dicho aquello de "dios, qué buen caballero si hobiese buen señor". Caballero o vasallo, no lo sé. Que no tenemos buen señor a quien  servir,  es evidente; que el pueblo español sea buen caballero,o vasallo,  no lo sé.... Nos falta experiencia. También he dicho en ocasiones que  somos un país de cafres; una vez le dediqué un libro a  Arcadi Espada y le ponía:  " articulista  demasiado sutil para un país de cafres". Cada vez que un español habla de patriotismo es para echarse a temblar o salir corriendo.  Pero ya es tarde y lo que no se hizo a tiempo ya no se puede hacer. ¿Dónde va a ir uno en estos tiempos y con estos pelos de español?

El exilio del 39 fue una desgracia para la cultura española, pero, dicho sea con todos los respetos, fue una bienaventuranza para muchos exiliados. A cambio de perder su casa, su hacienda, familia y su sol, ganaron el respeto de mucha gente. Y ellos nunca abandonaron su pasión española. Fueron llamados la AntiEspaña y en sus poemas hay un lamento de amor, una afirmación española que conmueve. Por los siglos de los siglos. Que trata de España es un breve oratorio que han hecho Ramón Fontseré y Victoria Vera, con el flamenco Antorrín, que está suscitando dos dialécticas enfrentadas; de un lado,  los que siguen pensando que los poetas seleccionados son la AntiEspaña y de otro los que creen que el título es una reivindicación de un país de pandereta: una españolada. Esa es la idea que tienen de su país; como para emigrar, con esta propaganda.

El exilio es la única salida paa los intelectuales que más aman a España; al menos lo fue para aquellos exiliados a la fuerza del 39: o exilio o muerte. En 1953, Aranguren, falangista ortodoxo primero y antifranquista radical después, los llamaba "emigrados": emigrantes necesarios para la reconstrucción cultural del país. País de extremos, de contradicciones turbadoras; en el interior posbélico  fueron los falangistas, que se sintieron traicionados por Franco, los primeros antifranquistas.  A la Transición democrática ayudaron los hijos de los vencedores con el respaldo que les daba su apellido y su posición social. Claro que bien podría decirse, así nos salió la Transición. Pero aquello valió, aunque ahora ya no valga.
Hace unos dias en la Real Escuela Superior de Arte Dramático se presentaba un libro capital para entender algunas de estas cosas, Teatro del exilio, materiales de Ricardo Domenech, una de las voces más autorizadas de la crítica de teatro,  y redacción última y edición de Fernando Domenech Rico.  Estaban en la mesa, el director de la RESAD Rafael Ruiz, Itziar Pascual, el autor, e Ignacio Amestoy,  que dos semanas antes había organizado en México un encuentro homenaje a Bergamín patrocinado por la UNIR. Con lo cual,  aquello parecía una reedición de los coloquios en torno a La sangre de Antígona. Brillantes sesiones, brillantísimas sesiones podría decirse en torno a Max Aub, León Felipe, José Ricardo Morales, Cernuda, Alberti y la larga lista de la España peregrina, los españoles transterrados. Conservo especial recuerdo de la ponencia de Amestoy sobre las fantasías e invenciones de Max Aub; conservo de las jornadas de la Unir   en DF la profunda aproximación de    Jose Gabriel Antuñano   al teatro  de Bergamín, quizá de lo mejor que yo he escuchado sobre este autor.  Escribe Antuñano que "la obra teatral de José Bergamín se asienta sobre unas coordenadas permanentes en su vda, tanto en tiempos de militancia en las vanguardias como en el sufrimiento del exilio: la visión del escritor sobre cuestiones existenciales, sociales o políticas". Un dia me gustaría entrar a fondo en este esquema de Antuñano. Mientras,  leo y releo el libro de los dos Domenech, el intelectual muerto y el intelectual vivo, albacea de sus textos y su pensamiento: Teatro del exilio, imprescindible para entender el teatro español. E imprescindible para entender  España.     
    
    

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