martes, 23 de diciembre de 2014

RUEDO IBÉRICO; EL TEATRO HACE GRANDE MADRID.


Hipótesis: ¿obra sobre Bankia?

Es una simple hipótesis de trabajo; mas convendría considerarla. Pese a quien pese, y yo creo que pesa a muchos de la  subclase política de esta sociedad enferma,  el teatro está vigoroso. Y renaciente. Yo echo de menos la gran obra sobre la corrupción como sistema de gobierno, la corrupción institucionalizada. El otro dia un director de fuste y algunos periodistas también de fuste comentaban la posibilidad de un espectáculo sobre Bankia.  La verdad que el espectáculo en sí ya lo han dado Bankia y Rato. Sería buena cosa esa, pero Bankia es solo una parte alícuota de la podredumbre de este país. Y algunos temen, ignoro con qué razón, que lo de Rato se quede en un mero ajuste de cuentas entre facciones del PP corrupto.

El sacrificio de  Nora.

Tardé tiempo en ver esta adaptación, pero no me arrepiento de haberla visto, por fin, el último dia.  Aunque solo fuera por admirar a la apasionada y burbujeante Nora de Rebeca Vals, mereció la pena. Han reescrito a Ibsen y eso suscita algunas reflexiones más. En buena medida, Jerónimo Cornelles y Ximo Flores respetan la letra y el espíritu de liberación de Nora. No acabo de descifrar la nevada inicial y no sé muy bien si nieva dentro o nieva fuera de la casa; los personajes transitan de un lugar a otro del escenario atravesando los límites de la nieve.

Lo que inquieta  es que Nora,  icono de la libertad femenina después del sacrificio por un marido impresentable, queda degradada al nivel de la cama del infame  Krogstad, que se cobra en especie parte del préstamo. Lo que ata a Nora,  es una firma falsificad y una deuda, no grabaciones de actos inconfesables. 

A falta de mayor  intensidad en las escenas de Helmer (Jeronimo Cornelles) y Nora, el repelús que a esta le produce  Krostag compensa de otros momentos en los que ella tiene que ponerlo todo, dada flacidez interpretativa de Cornelles. El apoyo de la fiel Helena, (Teresa Crespo), la sirvienta, suaviza la acidez de muchas situaciones  Nora y Krostag, (Miquel Mars) el canalla maltratado por la vida, son los que más fuerza tienen, junto a una insinuante y pragmática Cristina (María Minaya). Las escenas de  amor entre Nora y Helmer, se reblandecen, mientras, cobran fuerza las de Nora y el doctor Rank (Manuel Puchades), criptoenamorado,  Krogstad “redimido” por la  voluptuosa y  resentida Cristina.

 

Las uvas de la sangre

Memoria histórica: los muertos sin sepultura.  O mal enterrados. Un país  históricamente partido y más después  del 36. “No ha llegado la paz, ha llegado la Victoria”,  dice Fernán Gómez en Las bicicleta son para el verano. Nada no sabido, nazionalcatolicismo, con zeta, mujeres  encarceladas, monjas represoras, brutalidad de los carceleros: España eterna.

Granos de uvas en el paladar está  apadrinada por Federico Luppi, un gran actor argentino, que conoce también las oscuridades de su país ensangrentado; Luppi, fugitivo del videlazo, viene de un peronismo de descamisados  y fascista. Hablé mucho del surrealismo peronista con Ricardo Carpani,  montonero y grandísimo pintor. También con Ignacio Colombres, otro grande de la pintura, que no era montonero y no entendía el fenómeno Perón.

 El título se toma de una canción de vino y de borrachos, elementos populares, capeas, hombres  machos, la bandera tricolor, saludos fascistas. Lo que más importa, en esta función -dramaturgia y dirección de Susana Hornos y Zaida Rico- es el juego de actrices (Lorena Carrizo, Susana Hornos, Maday Méndez, Zaida Rico) desdoblándose en varios personajes, femeninos y masculinos,  las luces, el espacio todo rojo, todo del color de la sangre. Cadáveres insepultos en busca de sepultura. La memoria histórica está muy desgastada. No hace mucho escuchaba en uno de los pueblos de la vieja Castilla, una amenaza inclemente: “si empiezan a buscar rojos en las cunetas, puede que a pocos metros se encuentren otros azules”. Terrible España.

 

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