viernes, 12 de diciembre de 2014

RUEDO IBÉRICO. VIUDAS INCONSOLABLES; LOS VIEJOS NO DEBEN ENAMORARSE

La maldición fecunda de las erratas.

Julio Bravo, excelente periodista de teatro, a propósito de las erratas, me recuerda algo que decía Luis Apostua: las erratas tienen vida propia. Puede ser cierto, pero, a veces, aunque mejoren el original, inquietan. En mis libros y  artículos anda suelta una legión de erratas, a su aire, que incluso se resisten a una revisión o una reedición. En Historias golfas del Café Gijón, el gran poeta Ángel García López me señala algunas; la más surrealista, para quienes estén en el ajo de la poesía española, esta perla: confundir al admirado  amigo Javier Egea, suicida y comunista, con su tio, falangista y alcalde  de Franco, Julio Alfredo Egea.  En su tumba, los huesos del mejor poeta granadino de las últimas generaciones, se habrá partido de risa. Los huesos también rien, como dice Bergamín en, La risa en los huesos. Cuando hacía crítica taurina en El Mundo y dictaba al teléfono las crónicas desde el barullo de las plazas, las Secres  del periódico mejoraban la crítica con algún desliz aparente. O hallaban un sentido a una palabra mía que no lo tenía. No sé que hubiera hecho sin su sagacidad. Gracias, chicas. Ahora que no dicto al teléfono, los artículos de teatro me salen peor.

El ágape de la añoranza.

Almuerzo en  el Gijón con Pepe Lucas y María Lucas, su hija;  Maite Túrrez y Juanjo Gaviría. La  señorita Gaviría  se queda al aperitivo y el primer plato. Mujeres así, como la señorita Gaviria,siempre se están marchando, siempre las espera alguien para desolación de quienes se quedan. Pepe Lucas, un pintor volcánico y mediterráneo,  es  hermano de los tiempos de Oro y Aventura del Café. Siempre magnifica todo lo que hago, me enaltece con generosidad sin límites y llego a creerme  un Hércules del pensamiento y los trabajos, ignoro qué trabajos. Pepe Lucas alaba hazañas menores que él considera épicas e irrepetibles; se ha convertido en un propagandista de Historias golfas e intelectuales del Café Gijón, libro del que es uno de los personajes  máximos; y de Diálogo con el vestido de torear. Pero a mí Pepe Lucas no me va  a engañar: le importan menos mis textos del Diálogo que la fotografías de Maite Túrrez. Con este librito estoy condenado, no hay vuelta de hoja; la señorita Gaviria, la modelo del vestido de Diego Urdiales, me hunde en la miseria poética.

 El Gijón quiere recuperar la bohemia cuando ya no existe la bohemia. Al mediodía se llena con los ejecutivos y secretarias de la burocracia oficinesca de los alrededores. Y con grupos de mujeres que juntan las mesas y se ponen a celebrar algo con más pasado que presente; algunas parecen gárgolas maléficas, dios me perdone. Algunas debieron de ser bellas. Jesús Nieto, umbraliano, sigue con sus reuniones. Los viernes,  tertulia de Contra aquello y esto con Ricardo Zamorano, el pintor, de presidente, viejos rokeros de la política en tiempos de obscuridad y plomo. Y fantasmas, muchos fantasmas. Por el Café sobrevuelan hologramas de  viudas inconsolables que acaso se sentaron a  esta mesa. Sólo Pepe Lucas y yo  presentimos  sus espectros asomados rebulléndose en los azogues de los espejos.

Los viejos no deben enamorarse

Os vellos non deben de namorarse es  una obra de Alfonso R. Castelao, en la línea de algún entremés  clásico, poco  piadoso con los viejos  que ponen los ojos en mujer joven: el amor, el ridículo e incluso la muerte de  formas poco gallardas. Nadie que haya sido un seductor debe manchar su historial. En España hay ejemplos de mujeres que enmaridaron con célebres  escritores que  en ellas soñaron el renacer de una  virilidad ya precaria y acabaron dando el gatillazo; ellos y ellas. Pocas se  salvan de la quema, por ejemplo   Pilar del Rio, viuda de Saramago: lealtad a un hombre, a una idea y a un mito. Y Virxinia Pereira viuda de Castelao, cuyas cartas manuscritas acaba de enviarme Sabela Hermida, actriz y biógrafa de Marías Casares; y flamenca de la Quimera, de Antorrín Heredia, el mejor martinete después del Agujetas, con perdón. Y el Pescao,  la mejor seguiriya, casi como  Terremoto de Jerez el más grande.

Otras viudas inconsolables andan en coplas como la Dolores: Marina Castaño, viuda de Camilo José Cela ha pasado, de salir en coplas, a salir en los tribunales: malversación, estafa, fraude. Asunción Mateo, viuda de Rafael Alberti. A la vestal celiana la llamábamos  Intendencia de Marina por su meticulosidad recaudatoria; y  la canéfora que llevaba a  Alberti el mirto y el acanto acabó destrozando la Fundación de su nombre después de haber alejado de sus mejores amigos, al inaguantable  Rafael. Isabel Caneja solía decir de él: “mandamos al exilio un poeta guapo y rojo y nos han devuelto una insoportable matrona romana”. Isabel también fue una viuda ejemplar donando a Palencia bienes y los mejores cuadros de Caneja.

Blanca Andreu es otra viuda ilustre. Se casó con Juan Benet, un ingeniero hidráulico metido a novelista. Era el escritor más detestado de Umbral, por razones estrictamente literarias, y acaso por ello la borde de  Blanca se casó con él. No sé si Blanca Andreu, en su viudedad, sigue viviendo en un Chagal, De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagal, Premio Adonais, y título de claro tinte  umbraliano. Respecto a las viudas, Umbral tenía una frase lapidaria: “la única viuda fiable es la propia”. Quizá por eso, María España  es una viuda ejemplar y fiable, entregada en  cuerpo y alma al  recuerdo y la obra de Paco desde la Fundación Umbral.

 Otra que pudiera  considerarse viuda-viuda administrativa- , es Teresa Aranda, que casó  con, Juanlu Cebrián; no es  este escritor grande, aunque sí académico de la Española. Y periodista y empresario  que nació  redactor jefe gracias a la camisa azul de su padre, el director de Prensa del Movimiento en su máxima expresión franquista.

 Teresa Aranda era guapísima y listísima; una charnega, hija de charnegos que vino a Madrid a comerse el mundo. Primero se comió la tele y luego se comió a Juan Luis que era como comerse el universo entero. Con un desparpajo insuperable amenizaba en mi casa las interminables partidas de mus del rojerío insurgente. Ahora Juanlu y Teresa se han separado por lo civil y por lo militar: 30.000 del ala, sin posibilidad de recurso, debe apoquinar Juanlu al mes:  para él, calderilla.

 

1 comentario:

  1. Maravilloso artículo...que me hubiera gustado firmar por lo bien escrito que está y por las verdades que cuenta. Y por las que se calla.

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