martes, 15 de diciembre de 2015

VERSOS Y SOLEDAD: EMILIA ES LA CANCIÓN

Hace unos días me encontré con Angel García López, uno de los mejores poetas andaluces de los sesenta y los setenta del siglo pasado. Iba a devolverle unas fotos que me había prestado para el libro Historias golfas el Café  de Gijón. Le llevaba un libro dedicado a él con una posdata; un beso para Emilia. Los ojos se le hicieron agua y apenas acertó a decir: “Emilia ha muerto”. Yo tampoco acerté a decir nada. O sea que a Ángel se le ha ido la canción y el cantar. Esta es la vida. Dejas de ver a los amigos y te reencuentras con la muerte. Emilia es la canción es un libro que me marcó como modelo de expresión amorosa y júbilo existencial. De aquella época de los setenta, y por razones distintas incluso contradictorias, me marcaron algunos libros de quienes tomábamos café en el Gijón o jugábamos al dominó en la Estrecha.
Además de Emilia es la canción me marcaron otros;  La isla, de Emilio Sola, entonces poeta emergente, finalista del Adonais en el 74 y hoy un valor consolidado; como poeta, narrador, profesor y cervantista, del Cervantes de Argel. Aullido de Licántropo, de Carlos Alvarez, huésped frecuente de la cárcel  de Carabanchel,  es un libro que releo con frecuencia de la mano de Vustrid Kalminari. Y Profecías del Agua, lo mejor de Carlos Sahagún. Y Versos para Julia, de Agustín Goitysolo; Arde el mar, de Pere Gimferrer; y Una educación sentimental, de Vázquez Montalbán. Pero estos últimos no venían por el café Gijón o venían de pascuas a ramos.

A Ángel García López se le ha ido la canción, “estoy bloqueado, no puedo escribir un verso”.  Pero le volverá, cualquier día después de tomarse un vino albariños como el que nos estamos tomando ahora a las dos de la tarde en el bar Lyon,  de la calle Colombia esquina Chile.  Algunos poetas tenemos un bar donde en una mesa solitaria escribimos versos y tomamos vino. Pepe Hierro tenía La Moderna, allá por la calle Fuenterrabía: Hierro no era de vino sino de palomitas de chinchón. García López tiene la cafetería Lyon y yo tengo Lazcano, a la vuelta de mi casa, en la calle Agustín de Foxá, que nos quiere birlar Manola Carmena, alcaldesa de Madrid.  Un dia a Ángel, sin que se dé cuenta, le volverá la canción. Y esa canción siempre se llamará Emilia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario