Hace unos días me encontré con Angel García López, uno de los mejores poetas andaluces de los
sesenta y los setenta del siglo pasado. Iba a devolverle unas fotos que me
había prestado para el libro Historias
golfas el Café de Gijón. Le llevaba
un libro dedicado a él con una posdata; un beso para Emilia. Los ojos se le hicieron agua y apenas acertó a decir:
“Emilia ha muerto”. Yo tampoco acerté a decir nada. O sea que a Ángel se le ha
ido la canción y el cantar. Esta es la vida. Dejas de ver a los amigos y te
reencuentras con la muerte. Emilia es la
canción es un libro que me marcó como modelo de expresión amorosa y júbilo
existencial. De aquella época de los setenta, y por razones distintas incluso
contradictorias, me marcaron algunos libros de quienes tomábamos café en el
Gijón o jugábamos al dominó en la Estrecha.
Además de Emilia es la
canción me marcaron otros; La isla, de Emilio Sola, entonces
poeta emergente, finalista del Adonais en el 74 y hoy un valor consolidado;
como poeta, narrador, profesor y cervantista, del Cervantes de Argel. Aullido de Licántropo, de Carlos Alvarez, huésped frecuente de la
cárcel de Carabanchel, es un libro que releo con
frecuencia de la mano de Vustrid
Kalminari. Y Profecías del Agua, lo mejor de Carlos Sahagún. Y Versos para
Julia, de Agustín Goitysolo; Arde el mar, de Pere Gimferrer; y Una
educación sentimental, de Vázquez
Montalbán. Pero estos últimos no venían por el café Gijón o venían de
pascuas a ramos.
A Ángel
García López se le ha ido la canción, “estoy bloqueado, no puedo escribir un
verso”. Pero le volverá, cualquier día
después de tomarse un vino albariños como el que nos estamos tomando ahora a
las dos de la tarde en el bar Lyon, de
la calle Colombia esquina Chile. Algunos
poetas tenemos un bar donde en una mesa solitaria escribimos versos y tomamos
vino. Pepe Hierro tenía La Moderna, allá por la calle
Fuenterrabía: Hierro no era de vino sino de palomitas de chinchón. García López
tiene la cafetería Lyon y yo tengo Lazcano, a la vuelta de mi casa, en la calle
Agustín de Foxá, que nos quiere birlar Manola
Carmena, alcaldesa de Madrid. Un dia
a Ángel, sin que se dé cuenta, le volverá la canción. Y esa canción siempre se llamará
Emilia.
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