viernes, 4 de agosto de 2017

RECUERDO DE MARIA CASARES


Casares y Albert Camus

Sabela Hermida,  biógrafa de Maria Casares sobre la que hizo su tesis doctoral, me pide que escriba un diálogo entre Maria Casares  y Albert Camus, el Premio Nobel de Literatura,  con el que la actriz gallega compartió momentos importantes de su vida. Me dice que  piense en una posible actriz y un posible actor, aunque sospecho que Sabela  puede tenerlos más  claros.  España es país de actrices y encontrar una que encarne a María Casares no debe ser problema.  En actores tampoco debe haberlo. Conozco alguno próximo al universo camusiano,  que tiene el perfil perfecto. No adelanto nombres para que no haya  un malentendido.

La propuesta de Sabela  es atrayente y pretende estrenarlo en  Otoño. Aunque se estrene en la Coruña, su posterior destino es Madrid y el resto de España.     De hecho, ese diálogo yo debiera tenerlo  escrito ya. Sabela me lo encargó hace unos meses, pero cierta pereza intelectual  me  ha tenido frenado.  

Sé cómo empezar este Diálogo, pero ignoro cómo acabarlo, aunque algo me está dando vueltas en la cabeza: una escena partisana genuina. De madrugada, María Casares se despide de Albert que marcha a matar alemanes y le canta  Bella Ciao, Bella Ciao, Bella Ciao, Ciao, Ciao,  si muero en la batalla, Bella Ciao, Ciao Ciao, pon flores donde caí. Se me ocurre la primera frase, sacada de Calígula; “Los hombres mueren y no son felices”.   Sería un buen final.

 Camus era un seductor y Maria una seductora. Los pintores españoles que vivían en París, sobre todo Paco Alcaraz, almeriense como la madre de Camús, me han transmitido  una imagen  que voy a  explotar al máximo en este diálogo; fascinación de la mirada. Y la palabra, con la que seducía. Era un dandi,  lo cual lleva implícito el desplante torero de jugarse vida, ideas  y sentimientos a cada momento.

 Personaje fascinante es también el juez penitente de La caída,  que se había acostado con las mujeres  de todos sus amigos y, sin embargo, afirmaba no haber engañado   a ninguno; antes de acostarse con sus  mujeres rompía la amistad.  María Casares, era  hija de Casares Quiroga, último presidente del Gobierno Republicano,  otro  dandi, un galleguista ilustrado. En cualquier caso,  el último jefe de gobierno de una República contra la que se alzó el fascismo franquista. Camus, de madre española almeriense,  adoraba a su “suegro”, no  solo a través de la verdad inducida de María, sino a través de la verdad de España.

María no fue  mujer de Camus que   no tuvo mujer, sino mujeres. María no tuvo un hombre sino hombres. Creo que a Albert Camus y a  María Casares les unían además, y con más fuerza posiblemente, otras cosas; La resistencia   antinazi, la República, España. El teatro fue su punto de encuentro, el Aleph que lo unió todo.  Cuando en el 45 España fue admitida en la Onu, Camús puso el grito en el cielo. Le contestaron  que también había otros países no democráticos. A lo que Camús respondió: “que haya una puta en la familia no justifica que tenga que haber más”.

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