viernes, 18 de agosto de 2017

JARDIEL PONCELA, TINTO DE VERANO


Cuatro corazones con freno y marcha atrás.
Como un tinto de verano, la refrescante bebida del estío. Típico espectáculo de las noches de Madrid, esta maravillosa ciudad del ferragosto de la que  en verano solo y como decía el humorista Tono  es Badem Badem a condición de estar  solo y con dinero. Ignoro la circunstancia vital o social de quienes estos días van a ver Cuatro corazones con freno y marcha atrás, pero lo pasan en grande. 

Un Jardiel ligero y una dirección a tono con el Gabriel Olivares apuntala en su profesionalidad su hiperactividad un poco restringida últimamente. Nada tengo en contra de esa hiperactividad, salvo que en ocasiones le falta el acabado, el remate. Pero todo lo suple con profesionalidad y oficio, que es lo que exige este Jardiel que tampoco se esmera demasiado.  Dice un personaje “me va a dar algo, denme algo o me va a dar algo”. Es la amenaza de  un soponcio inmediato  No es una muestra de humor refinado, pero la gente se parte de  risa.  Gabriel Olivares se mueve en un terreno propicio, con terreno escénico y extra escénico a su disposición. Cuenta con un amplio elenco experimentado y también eficaz que ha asumido el espíritu de Jardiel Poncela y la técnica  del director.

Por culpa de ese objetivo de divertimento exclusivo, quizá se pierda la capacidad subversiva, la rebeldía consustancial a Jardiel Poncela y cierto espíritu corrosivo de Cuatro corazones con freno y marcha atrás; el cual no es excesivo, pero sí superior al que demuestra Olivares.

 La disposición de un escenario a cuatro bandas facilita la conexión con el público que entra en la funcióncomo si formara parte de la misma. En resumen, un espectáculo de verano que  va a animar las noches de Madrid. 

 

 

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