lunes, 2 de diciembre de 2019

AITANA Y ÁNGEL SANCHEZ GIJÓN




Recuerdo de Angel Sánchez Gijón

Seguramente, al oir el apellido Sánchez-Gijón, todos pensarán en Aitana. Aquí me interesa mas el recuerdo de su padre Ángel, por cuya traducción  conocimos   Las cenizas de  Gramsci y reafirmamos la fe en  Pier Paolo Passolini,  cuyo brutal asesinato político  permanece impune. “Ajustes de cuentas entre maricones”, dijo la prensa infame. Passolini y Sánchez Gijón con el trasfondo de Gramsci aparecen juntos en mi altar. Aitana, en la cumbre. Recuerdo cómo la conocí.

Dspués de algún tiempo sin vernos me encontré con Ángel Sánchez-Gijón en el Festival de Almagro, en un clásico dirigido por Adolfo Marsillach. Tengo la buena o la mala costumbre de no leer los programas de mano hasta finalizar la función. Las notas sobre la misma, con frecuencia ilegibles, las tomo en un folio aparte o en una libreta. “¿Qué te ha parecido?”  me preguntó Ángel. Y le contesté candorosamente, “me ha interesado la   dama joven que…no sé cómo se llama, ahora te lo busco”. “No es necesario me contestó, se llama Aitana y es mi hija”. El honor del padre y la neutralidad del crítico estaban salvados. No volvimos a hablar de la hija hasta que le pedí su teléfono, seguramente para algún contubernio del rojerío emergente, y fue también muy explícito: “es romana, ahijada de Alberti, actriz y no tiene nada que demostrar. Nadie como ella, acaso sólo Nuria Espert, dice los versos de Rafael”. Por supuesto, dado que no tenía nada que demostrar, no la llamé. Lo demostró todo al ganar el Valle Inclán, sobre el que dijo admonitoria; “nunca más me volveréis a usar de florero”. Para Aitana niña, escribió Rafael Alberti este poemilla político y beligerante; “la niña nueva/Aitana estrella naciente hispano italiana./ Nuestro límite hoy,/ será luz mañana/ Duerme Aitana hoy/ despierta mañana”.

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