Beckett; la sencillez traicionada. Publicado Metrópoli, El MUNDO.
Autor, Samuel Beckett. Dirección, Antonio Simón.
Escenografía, Paco Azorín. Iluminación, Pedro Yagüe. Vestuario, Ana llena.
Reparto; Pepe Viyuela, Alberto Jiménez, Juan Diaz, Fernando Albizu, Jesús Lavi,
Escenario, Teatro Bellas Artes. DOS
La obra cumbre de Samuel Becket,
el símbolo máximo del teatro del absurdo, empieza con una acotación escenográfica
simple: “camino en el campo, con árbol.
Anochece”. Así de sencillo. Parece un buen punto de partida para una
escenografía sencilla en complicidad con una iluminación sugerente y creadora. Es
un texto descarnado, seco; es una atmósfera
también seca y descarnada. Con el
contrapunto cruel de Pozzo, (Fernando Albizu), el prepotente adinerado que come
pollo y arroja sus huesos a Vladimiro (Alberto Jiménez) y Estragón (José Viyuela). Pozzo tiene un
esclavo joven, Lucki, un autómata que obedece todas sus órdenes, incluso las
más arbitrarias y contradictorias. Formidable la interpretación de Juan Diaz,
su discurso disparato cuando, sin sombrero, puede pensar en voz alta,
La escenografía de Paco Azorín incumple
una de las premisas básicas del cometido escenográfico: facilitar el movimiento
de los actores sobre el escenario. Paco Azorín ha ideado unas vias de tren que
no conducen a ninguna parte. Y ciertamente Vladimiro (Alberto Jiménez) y Estragón (Pepe Viyuela) no
van a ningún sitio. Esperando a Godot, admite por supuesto
interpretaciones. Cuando tras una representación en el penal de San Quintín preguntaron
a los presos, casi todos contestaron que
Godot era la libertad. Otros dijeron que era Dios, el dios que nunca llega, la
liberación. Samuel Becket fue explícito y contundente: “si fuera dios, habría
puesto dios y no Godot”. Esperando a Godot es una tragedia con forma de
comedia. La interpretación de Pepe Viyuela y Alberto Jiménez Antonio Simón la
mueve mejor en el terreno de la comedia
y la melancolía
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