Concha Velasco, 81 años. Felicitaciónes
Ochenta y un años son nada, las diosas son eternas. Y yo tuve el honor
que nadie ha tenido ni tendrá jamás, de
que Concha Velasco en Almagro, tras una prodigiosa Reina
Juana, un oratorio de Ernesto Caballero, dirigido por Gerardo Vera (in memoriam). Concha
Velasco hincó una rodilla en tierra y me besó
la mano mientras servían eso que se llama “un vino Español”. Yo le había
hecho una crítica muy elogiosa en El Mundo, en el estreno de Madrid, una
crítica de esas que se enmarcan para enseñárselas a las visitas. Luego llamó a
sus nietos que andaban por allí cerca, les ordenó me trajeran una copa de cava
y dijo “sabe tanto de mí que bien pudiera escribir mi biografía, pero también sé
que nunca lo hará”. Cierto, no contaré nada que la gente no sepa y una
biografía así carece de morbo e interés. Además, probablemente, todo está
escrito por ella misma o por sus hagiógrafos de turno. A esa muchachita de
Valladolid, hija de militar, la conocí una tarde en la Avenida de Burgos, me la
presentó, Saenz de Heredia, un hombre generoso, primo de José Antonio
Primo de Rivera, director de Raza, con guión del propio Franco, y de Franco,
ese hombre, un documental que enardeció a los franquistas, o se más de media
España: Saenz de Heredia era una autoridad omnipresente en el cine oficial de
aquellos años. Velasco llegaba de la
calle, guapísima, con un visonazo
imponente, y vivía un piso más arriba. En los inicios de la carrera
cinematográfica de Concha, Saénz de Heredia fue
clave y definitivo. Luego, Concha se enamoró de Juan Diego, en un
triple salto mortal del falangismo al comunismo; yo era muy amigo de Juan
Diego, y les llevaba bocatas al camerino donde siempre había juerga y desmadre.
Que se haya convertido luego en la grandísima actriz que es hoy día, es cosa
exclusivamente de Concha.
Concha ha llorado mucho y ha
sufrido en la vida más de lo que un ser humano puede soportar. Se casó con un
tal Marsó, ludópata, drogata y dipsómano, galán de teatro me parece o de cine,
y luego productor o algo así. Francisco Marsó la arruinó varias veces y Concha
en un momento dado de su vida se encontró sola. Pese a lo cual, Concha Velasco
sigue recordándole como el amor de su vida. En la Latina, de Jesús Cimarro,
hace una función escrita y dirigida por su hijo, Manuel Velasco. Qué no
hará una madre, y más una madre como Concha, por un hijo.
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