jueves, 3 de diciembre de 2020

 

Concha Velasco, 81 años. Felicitaciónes 

Ochenta y un años son nada, las diosas son eternas. Y yo tuve el honor que nadie ha tenido ni  tendrá jamás, de que Concha Velasco en Almagro, tras una prodigiosa   Reina Juana, un oratorio de Ernesto Caballero, dirigido por  Gerardo Vera (in memoriam). Concha Velasco hincó una rodilla en tierra y me besó  la mano mientras servían eso que se llama “un vino Español”. Yo le había hecho una crítica muy elogiosa en El Mundo, en el estreno de Madrid, una crítica de esas que se enmarcan para enseñárselas a las visitas. Luego llamó a sus nietos que andaban por allí cerca, les ordenó me trajeran una copa de cava y dijo “sabe tanto de mí que bien pudiera escribir mi biografía, pero también sé que nunca lo hará”. Cierto, no contaré nada que la gente no sepa y una biografía así carece de morbo e interés. Además, probablemente, todo está escrito por ella misma o por sus hagiógrafos de turno. A esa muchachita de Valladolid, hija de militar, la conocí una tarde en la Avenida de Burgos, me la presentó, Saenz de Heredia, un hombre generoso, primo de José Antonio Primo de Rivera, director de Raza, con guión del propio Franco, y de Franco, ese hombre, un documental que enardeció a los franquistas, o se más de media España: Saenz de Heredia era una autoridad omnipresente en el cine oficial de aquellos años. Velasco  llegaba de la calle, guapísima, con un visonazo  imponente,  y vivía un  piso más arriba. En los inicios de la carrera cinematográfica de Concha, Saénz de Heredia fue  clave y definitivo. Luego, Concha se enamoró de Juan Diego, en un triple salto mortal del falangismo al comunismo; yo era muy amigo de Juan Diego, y les llevaba bocatas al camerino donde siempre había juerga y desmadre. Que se haya convertido luego en la grandísima actriz que es hoy día, es cosa exclusivamente de Concha.

Concha ha llorado mucho y ha sufrido en la vida más de lo que un ser humano puede soportar. Se casó con un tal Marsó, ludópata, drogata y dipsómano, galán de teatro me parece o de cine, y luego productor o algo así. Francisco Marsó la arruinó varias veces y Concha en un momento dado de su vida se encontró sola. Pese a lo cual, Concha Velasco sigue recordándole como el amor de su vida. En la Latina, de Jesús Cimarro, hace una función escrita y dirigida por su hijo, Manuel Velasco. Qué no hará una madre, y más una madre como Concha, por un hijo.

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