Maradona. Un dios de barro
Diego Armando era un dios no con
los pies de barro, pies mágicos, sino un dios todo barro. Maradona era tierra y
barro. Barro de la calle inhóspita. Un maldito. En poesía hay malditos
universales como Rimbaud o Baudelaire, pero España no ha dado malditos pese a
que Paco Umbral escribiera un libro memorable y polémico, Lorca poeta
maldito. Escribí una vez un artículo diciendo que, en mi opinión, el
verdadero maldito del 27 era Luis Cernuda y me pusieron a caer de un burro.
Para la crítica española el único poeta maldito ha sido Leopoldo María Panero,
el “loco de Mondragón”, internado en un siquiátrico.
Lo peor es que, siendo dios, Diego Armando
Maradona acabó creyéndoselo. A su pesar,
creó una religión, una secta; la secta maradoniana. No deja escuela ni como
futbolista porque era inalcanzable, ni como ser humano porque era reprobable
por demasiado humano. La humanidad no puede estar orgullosa de ser como es y
Maradona acentuó esas carencias de bondad y solidaridad hipócritas. Ha muerto
solo, dicen que a causa de una parada respiratoria; abandonado de médicos,
enfermeras y abandonado de todos. Se investiga una posible negligencia médica
lo cual estaría a tono con una existencia disparatada. No conoció moral y si la
conoció la despreció, es más la hizo añicos. La sociedad lo enalteció fue su
verdugo idólatra porque los hombres necesitamos referencias, así somos de
frágiles; pero él deja muchas víctimas. La España futbolera de hace treinta o
cuarenta años fue feliz viéndole acariciar el balón rodeado de contrarios,
sorteando las patadas implacables fieles al dogma “si pasa el balón, que no
pase el hombre”. Muchos, independientemente de su afición al fútbol, saben o intuyen que ha muerto algo
más que un pelotero, muchos fueron felices viéndole hacer magia con la pelota.
Algo, pues, le debemos; esa felicidad transitoria. La España inquisitorial y
calderoniana ya ha emitido su juicio, al menos en la selva de twiter: Maradona
se gastaba fortunas en putas. Un país putero por naturaleza, acusando de putero
a un astro. Argentina, país de futbolistas geniales, llora al genio supremo que
ininterrumpidamente cometía penaltis contra sí mismo y nunca se los pitaba porque nunca se supo el
reglamento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario