lunes, 9 de noviembre de 2020

LOS CASCOTES DEL MURO DE BERLÍN

 

Cuando el muro  nos cayó encima

Yo estaba allí con ANA, mi mujer también periodista. Pero no como informadores, sino como turistas curiosos e impertinentes. Cuando la caída o el derrumbe, como se quiera llamar. Hace 31 años, me parece. Mi memoria, capaz de retener muchos teléfonos y muchas direcciones incógnitas en tiempos oscuros y apasionantes, empieza a fallarme. Yo conocía más la Alemania del Este, los varios puntos por los que pasaba y, de paso, aprovechaba para ver teatro, que era muy bueno y me gustaba más que la política. El precario alemán que aprendí en el Hotel Carlos, de Canet de Mar, hoy casi perdido del todo, me sirvió de mucho. Nunca he podido leer a Rilke en alemán, que era mi gran ilusión, pero sí apañarme en una conversación poco trascendente,   o ver una obra de teatro. Adiós a todo aquello. Hace exactamente hoy 31 años.

 El Check Point de las películas de espías en la Guerra Fria. Mi memoria se ha tornado débil o acaso selectiva.  Muro de Berlín, el Telón de acero. Creímos que se acababa la cuestión, pero no fue así. O no fue del todo así.  La caída del muro, alambradas, ríos, casas, catorce kilómetros creo en Berlín, 120 en su totalidad: separaciones naturales o de fábrica que alcanzaba una altura de más de dos metros. Nadie trataba de pasar al otro lado, pero del otro lado aquí, al occidental, era frecuentes los intentos de fuga que casi siempre acababa en la muerte. Los Vopos (soldados y policías)  eran implacables, aunque alguno desertara: más de cuatrocientos muertos hubo.  Luego, la desilusión de los fugitivos, que habían visto por la tele desde el otro lado el paraíso occidental; se dieron cuenta de que el bienestar publicitado por la televisión que captaban con facilidad y riesgo, la vida “opulenta” carente de necesidades,  era para los occidentales y no para todos; no para ellos por mucho que los colmaran de abrazos y les abrieran las puertas de los bares.  Ese día cené en el barrio Kreuzberg, de este lado, con unos amigos emigrantres, de Móstoles, que no habían querido perderse la demolición de algo que habían visto alzarse. Un análisis político de aquellos días no me veo capaz de hacerlo: al menos no soy capaz de añadir nada nuevo. Solo quería decir que yo estaba allí hace 31 años. Y que me traje un pequeño trozo de muro que olvidé en alguna parte cuando ya había perdido buena parte de su significado.

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