sábado, 1 de enero de 2022

 


Desmitificación de las lentejas

No sé quién está poniendo de nuevo, en esferas sociales y políticas,  de moda las lentejas para celebraciones. O eso dicen, que yo no lo sé. Sólo falta una nueva Mona Jiménez que en la Santa Transición organizaba unas cenas a base de lentejas con gente  de alcurnia; Fraga, Verstringe en aquellos tiempos su lugarteniente de ultraderecha, Adolfo Suarez, Garrigues Walker, Boyer, etecé. Eran unas lentejas políticas. Y, por lo tanto, los políticos tragaban lentejas a montones. Pero si hubieran conocido las lentejas como las conocemos la gente de aldea, hubieran vomitado.  Mi visión de las lentejas es muy distinta de la visión bíblica del hambriento y famélico Esau que vendió por un plato su primogenitura a  su hermano Jacob, el usurero,  que  la compró de saldo. Dejando aparte la conminación popular  ¨lo tomas o lo dejas, que son lentejas¨ que quiere  decir ¨´no hay vuelta de hoja¨, y pese a su prestigio bíblico, las lentejas antes de guisarlas son bastante asquerositas.   Ignoro cómo eran  las lentejas de Mona, la venezolana avispada, en Madrid, a las que nunca fui invitado.

 En la aldea, las lentejas, alimento de primer orden junto con los garbanzos y las alubias, eran lentejas con gusano. La noche anterior se las ponía a remojo en una cazuela de barro de Pereruela y por la mañana flotaban en el agua mogollón de gusanos. Se quitaban estos con sumo cuidado, se tiraban a la basura, y ya estaban las lentejas listas para el guiso, a veces con chorizo y a veces con oreja de cerdo. O sea que ¡!menos lobos!! con las lentejas y más cultura leguminosa. Las mejores lentejas que he comido en mi vida, las de mi madre; después  las de mi hermana Elisa   y las de Gaby, la madre de Ana.  

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