Septiembre 2013. Viernes dia 6.
Relecturas caóticas, como siempre pero de cara al mar, por prescripción facultativa, más caóticas aún. Releer, releer sin orden ni concierto: Diálogo imposible entre Marx y Bakunin, Hammet, Chandler; Salgari y sus piratas al atardecer. A mí no me releo porque me conozco demasiado y no quiero correr riesgos. Empiezan los estrenos de teatro en Madrid, lo cual acelerará el regreso. Programa inmediato para nada más llegar; ver a Elejalde en La fiebre, ver La dama duende, trabajo póstumo de Narros muy elogiado por Ignacio Amestoy; ir al Mirador, ya sin tomatazos ni catarsis y, de paso, recordar a Servando Carballar y Carmen Heyman que pusieron este tinglado en marcha; ir a El sol de York ......Teatro, Teatro, Teatro. Mientras, me turbo y me conturbo con El deseo de ser infierno, nacido de un proyecto para a Cuarta Pared. Nada que ver con el infierno de Dante que es solo literatura. Esto es amenaza, vida, desafío en vena; a veces una náusea, a veces una ternura infinita. A Zo Brinviyer la respalda, la recomienda, la propaga Laila Ripoll.
Laila escribe: "debería haber bofetadas para representar este texto (...) A veces de una crudeza insoportable, de una crueldad sin paños calientes, a lo bruto, pero yambién de una belleza inaudita. El deseo de ser infierno es uno de los mejores textos que he tenido la fortuna de leer". A este texto le dieron el Premio Calderón de la Barca y eso es lo que a mí me parece insólito. Ignoro quiénes eran el jurado; pero enhorabuena. Brinviyer podría parecer que tiene un precedente, Angélica Liddel; esto es otra cosa. No creo que vaya a representarse, así que léanlo en la edición del Centro de Documentacón Teatral. Es un gozo y, a la vez, un tormento. La dedicatoria de Zo Brinviyer, define el texto , "a los forajidos: mi padre, mis hermanos y mi K". Hay un guardián, el Perro, que, en nombre del orden, tortura a cuatro muchachos. Y están Búffalo Bill, Calamity Jane, Billy el Niño y Pat Garret, al que siempre odié. Las novelas del Oeste, en mi aldea pobre de Palencia, era mi mundo: forajidos y justicieros, putas enamoradas e inocentes, peleas a tiro limpio en el Gran Salon. Luego, degenerando, me hice o me hicieron crítico de toros y de teatro.
Y no diré más porque, como dice Laila Ripoll, se empieza por un prólogo, un artículo en este caso, y se acaba destripando la obra. Zo Brinviyer parece seudónimo de escritora a lo Marcial L. Estefanía y esta violencia desatada no debiera escandalizar a nadie en un escenario. Algo parecido, sólo que de corbata y restaurantes de cinco estrellas, en vez de revólveres y vaqueros, ocurre hoy en la política española y no española. La ensalada de malversaciones, robos y cohechos, en vez de tiros en la pradera, en despachos enmoquetados; se digiere porque los malvados son sus propios guisanderos. Los Pat Garret acaban siempre con Billy el Niño.
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