martes, 24 de septiembre de 2013

VILLALONGA, EL LICÁNTROPO EXTERMINADOR

Septiembre lunes 23.

Revuelto andaba el mundo del teatro y más revuelto se ha puesto con la destitución de Miguel Munárriz como director del Fernán Gómez. Son cosas de índole interna del PP, explican fuentes próximas a los teatros municipales de Madrid; vale. Internas,  pero afectan a la colectividad.  Y  evidencian, sobre todo, una forma de gobernar. Ha muerto Alvaro Mutis, amigo ignoro en que medida,  de Munárriz, y no sé cómo su muerte habrá afectado a Fernando Villalonga. El nivel cultural de los políticos no es de mi encumbencia, aunque sospeche que también nos atañe a los ciudadanos.

Antes del verano Munárriz era director del Fernán Gómez y ahora está en la puta calle, y me parece que  también Pere Piñol, director del Price. Se vislumbraba  que, de no seguir en el Fernán Gómez, quedaría como segundo de Natalio Grueso que, ante órdenes de la superioridad, se la ha envainado. Dicen que ha sido la larga mano de Fernando Villalonga, cuando él ya esta fuera o le quedan dos telediarios de la Cultura del PP, y al que  creíamos un cadáver político. Dicen también que es un paso adelante en un objetivo final de privatizacióm ya en marcha, con las consecuencias laborales y artísticas que eso conllevaría. Ahí sí entraría Villalonga.
 Al Fernán Gómez llega Tono Martínez, con mal ambiente,  y no por culpa de él, entre la gente de la farándula. Y yo lo siento por mi amigo Munárriz que lo estaba haciendo  bien en el FG y por mi amigo ´Tono, que lo estaba haciendo  bien en el Centro Centro. Tono venía, al parecer, para la cuestión de exposiciones del FG, que ya estaba programada,  y ha ascendido. Manejo rumores de distintas fuentes pues la jerarquía del rumor sobre la noticia es lo único que me ha quedado, desgraciadamente, de Umbral. Sea lo que sea, esté o no esté presente la garra de Villalonga, lo cierto es que la cultura en el PP empieza a parecerse no diré a una casa de putas -institución muy respetable para quienes les gusten las putas-  sino a la casa de tócame Roque.Y no creo que se deba a las últimas noches de luna llena,  porque los licántropos suelen ser más considerados.
Estoy releyendo el libro de Carlos Alvarez, Aullido de licántropo   y nunca se me ocurrirá comparar a don Fernando Villalonga con Vustrid Kalminari ni con Larry Talbot, manipuladores de noches inquietantes  y de argumentos literarios de terror. Carlos Alvarez es un poeta que nutrió su lírica de combate en las cárceles. De ahí a convertirse en hombre lobo solo hay un paso; aunque yo creo que   lo trincaron porque ya  era hombre lobo. En Aullido de Licántropo, quizá para evitar males mayores, finge el artificoo literario de ser sólo el traductor de Kalminari y Talbot. En tiempos,  a Carlos Álvarez le dieron el premio Lovemanken de poesía, de Dinamarca o de Suecia, no lo sé,  y se dijo que ese Premio era una conjura universal para joder a Franco. Lo dudo. Difícil era que en aquellos tiempos se me escapara a mí una conspiración. En el fondo, entre conjura y conjura, lo pasábamos muy bien, menos los que estaban en el talego. Es una verdad como un templo el aserto del difunto Vázquez Montalban: "contra Franco vivíamos mejor". Vázquez Montabán tenía esas paradojas. A mi libro Parábolas palestinas    (palestinas, no palentinas)  le hizo una crítica   que firmó como Manolo V el Empecinado y decía así: "este poeta nunca ganará el Adonais. Hay que leerlo". Claudio Rodríguez, que sí había ganado el Adonais, no acababa de entender este juicio.
Ciertamente nunca gané el Adonais y Carlos Alvarez ni siquiera fue propuesto para el Nobel.
También se cumplirá esta profecía: cuando la modernidad y la posmodernidad, los novísimos y neonovísimos, hayan perecido en un estanque decadente  de nenúfares, Carlos Álvarez y los hombres lobos seguirán la mareas liberadoras de la luna. Léanlo, reléanlo, a ser posible en plenilunio. La edición que manejo en estos momentos es la de Endymion, de Jesús Moya, un hombre bueno, benefactor de poetas y amante de los gatos; hasta trece llegó a tener en su almacén de libros de la calle Verdes.
Las prosas y los poemas de    Aullido de licántropo,   algunos sonetos de rara perfección para un hombre lobo, llevan un comentario en el que es fácil adivinar la interdependencia entre política y sentimentalidad; todo es uno y lo mismo. Resumiendo y finalizando, el otro lado, el lado oscuro de de Aullido de licántropo, no es otra cosa que una subversión  que evoca "la embriaguez de lo podrido/ la voluptuosidad de lo espantoso". Siempre, por unas razones o por otras, Carlos Álvarez acaba escuchando el tam tam de la luna.

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