sábado, 17 de mayo de 2014

¿DÓNDE ESTÁ EL CRÁNEO DE GOYA?


Durante algún tiempo muchos creimos  que el cráneo  de don Francisco de Goya y Lucientes  era la cabeza de Paco Rabal que murió mientras sobrevolaba Burdeos bebiendo una copa de Mohet Chandon  con Asunción Balaguer. No. Rabal hizo posiblemente el mejor Goya que se conoce, pero no era el cráneo del genio. Este esperpento contemporáneo de  Pilar G. Almansa, Rakel Camacho  interpretado por Jorge Kent, Teresa Vallejo, Rebeca Matellán, Lorena Benito, Antonio Sansano, Alda Lozano. Marcel  Mihok en Teatro del Arte resuelve la cuestión: "el cráneo de Goya está majado en el mortero de España". El mortero de España, ahí estan Quevedo, Larra, Gómez de la Serna. Y Valle Inclán, claro. O sea toda la línea de pensamiento crítico español. Cuando se abrió la tumba de Goya, el cadáver del genial sordo eternamente cabreado excepto, supongo,  cuando se le metía en la cama  la duquesa de Alba, apareció descabezado: “Majado en el mortero de España”.  Así es España; genial, violenta, cabreada, heroica y antagónica consigo misma. Y siempre con los curas en danza: unas veces delante de ellos con una vela y otras veces detrás con un garrote. Lo cual nos lleva a otra pregunta necesaria ¿qué hubiera pasado  en España si hubieran ganado los franceses?. Yo creo que hoy seríamos más ilustrados y menos cafres. Nos  alimenta el cráneo de Goya majado en un mortero. En eso ha quedado el 2 de mayo. En eso y en un cuadro inmortal: Los fusilamientos de la Moncloa.

 Ramón Goméz de la Sena escribió de Goya:  "es director de orquesta de la vida actual española con un gesto agrio para los públicos aunque acucioso para la orquesta”. Ese hoy de hace muchos años sigue siendo el hoy de ahora. Y acaso con más perentoria actualidad  que nunca.  Las pesadillas de Goya, los fantasmas de Goya majados en el mortero de España. Por eso España es así: maldita cuando le falla el soplo de la genialidad: “el sueño de la razón produce monstruos”. Una frase ambigua, polivalente que nunca acabaremos de descifrar. Goya afrancesado, españolísimo, follador. Goya y la Inquisición.

A partir  de los Caprichos, Rakel Camacho traza un esperpento moderno,  cáustico a veces, melancólico, hiriente, lascivo,  sentimental. Goya y los Caprichos son España; como lo es el esperpento y don Ramón María del Valle Inclán. Como lo es Larra, Quevedo. Y Cervantes en una línea menos abrupta que Quevedo y Valle.  Goya  es el anticipo del esperpento valleinclanesco. En Lucientes, Goya repite obsesivamente citando a Valle “sois almas en pena o sois hijos de puta?”. Goya, como después quería Max Estrella en Luces de bohemia, pretende  instalar la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Buen momento el de estos días: “urge instalar la guillotina en la Puerta del Sol”.  Sobran candidatos al descabezamiento . Rakel Camacho juega  con el pasado, con el presente y con el porvenir. Utiliza sin pudor  las intertextualidades. Un torrente de ideas que lastra a veces la estructura dramática, demasiadas ideas  un poco atropelladas; como si la autora quisiera resumir en una función de hora y media toda la historia de España. La directora se apoya en un buen equipo de intérpretes que doblan y  multiplican papeles. No es solo eficacia; es calidad actoral. Goya enlaza con otro liberal que bien podría ser citado aquí, pero no lo es, Blanco White: los males de España son “religión y mal gobierno”. Pues eso.  Ayer igual que hoy.

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