lunes, 5 de mayo de 2014

SESION DOBLE EN LOS TEATROS; COMO ANTES EN LOS CINES.


 

En los teatros se está imponiendo ahora la vieja costumbre de los cines de nuestra adolescencia: sesión doble. Es una forma de dar salida, o entrada, al torrente creativo de los nuevos, o menos nuevos, talentos que nacen o renacen con la tan cacareada crisis. Teatro los lunes, los domingos por la mañana; teatro a las siete de la tarde, un receso para un piscolabis mientras los equipos técnicos montan y desmontan y,a las 22,30 de nuevo  en la butaca. Porque una vez que se ha visto la primera función ¿para qué perderse la otra   y hacer un viaje  otro dia?. El teatro es un veneno y tiene efectos contagiosos. No sé qué estará pasando en estos dias con El profeta loco que ví recientemente  en la sala Galileo, en programa doble con !ay, Carmela".
 
 La obra de Sanchis Sinisterra tiene un fondo inagotable. Esa pareja de cómicos en tierra de nadie, divirtiendo a las tropas fascistas entre miedos de Paulino y heroicidades de Carmela, siempre sorprende, siempre conmueve; es un diálogo entre fantasmas. Carmela, muerta de un pistoletazao y Paulino muerto de miedo y borrachera. Jacobo Dicenta muestra el gran actor que es y Elisa Matilla aporta la enérgica dulzura de una rebelde a la que solo la muerte pudo doblegar. 

Sorprendente y arriesgado ceremonial de El profeta loco, sobre una idea de Eduardo Velasco  que es también el único actor y el director. El texto lo comparte con Paco Bernal. Viene Eduardo Velasco de hacer uno de los éxitos de la temporada, de pequeño formato, El encuentro, la legendaria reunión, mitificada por el tiempo y la fantasía, en la que Adolfo Suárez (José Manuel Seda)   y Santiago Carrillo (Eduardo Velasco), diseñaron la Transición. Tengo entendido que El profeta loco estaba destinado a la sala Teatro del Arte; pero Velasco, me dicen, prefirió los cantos  de sirena de una empresario más poderoso, como Salaverría. No sé en estos momentos cuál será su   destino; pero El profeta loco, que no está loco, sino que es un Cristo cabreado que se descuelga de la cruz,  es un texto polémico, hiriente a veces; pero valiente e iconoclasta sólo con los mercaderess de la iglesia y de la fe.   Cada noche, una cantante  acompaña brevemente  los lamentos de María Magdalena. La noche en que lo ví era Carla Hidalgo. María Toledo había tenido los honores del estreno.

 
 

 

 

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