miércoles, 16 de noviembre de 2016

EMÉRITO PUTERO Y LADRON; O SEA JUAN CARLOS I


                   


Semana de vértigo.
Ha sido una semana de vértigo, de alucine, de milagrerías. De flipar en colores que se dice en lenguaje moderno de la calle. No sé exactamente qué quiere decir y no tengo a Umbral a mano para que me explique la jerga. Hasta la recuperación del Premio Miguel Mihura a la Mejor Actriz del Año, se complicó. Luego se descomplicó, por fortuna. También se complicaron los preparativos para la puesta en escena de Lager, mi monólogo sobre los campos de concentración nazis. Y me compliqué a mi mismo con fantasmas que a veces, atribulan las mentes más frías y neutrales.  El dolor, el miedo al miedo de tener dolor.
 Una amiga, desde no sé qué lejana parte del planeta, tan pronto como llegara a Madrid, exigía mi atención para escuchar "hasta mis silencios cautivos". Es una mente fértil y soñadora. Y atribulada a veces. Ensoñaciones poéticas. Yo prometí mi atención, pero al final ella no puso sus historias.
Ni siquiera el tiempo es nuestro. La dura y cruda realidad de nuestros actos está despojada por quienes son dueños del tiempo. En fin, semana de vértigo. Y aún no ha acabado. Veremos en qué para todo esto. La cocina, que ví ayer en el Valle Inclan, es un lugar apacible y misericordioso comparado con esta Semana de vértigo. Y Peris Mencheta, un taumaturgo de las cacerolas; un alquimista de los rencores, la guerra y el odio. A veces, de la compasión también. Destilado, todo eso se queda en un licor amargo.



 Darío sigue teniendo quién le escriba

En La Cocina, de Peris Mencheta, no estaba Dario, el nieto de Ignacio Amestoy y Esperanza D,Ors. Le acaba ban de coser un descalabro; su cabeza embistió tenazmente contra el suelo. Pero Darío sigue teniendo quién le escriba, aparte sus padres y sus abuelos, tiene a uno de los más fecundos  polígrafos del reino que estará atento a sus historias y sus peripecias. Incluso de sus descalabros  los puntos de sutura con que se los arreglan.


La novela de la Alfarera

Primicia para los lectores y seguidores de este blog: he empezado la Novela de la Alfarera Prodigiosa. Era inevitable. En más de una ocasión la Alfarera y yo habíamos comentado la teoría de Clea,  fascinante personaje del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell teorizadora de las tres cosas que pueden  hacerse  con las mujeres: “amarlas, sufrir por ellas o convertirlas en literatura”. Clea es la pasión filtrada  por la inteligencia; me atrae más que Justine, puro vértigo, pura infidelidad como fenómeno estético y vital. Reacio al sufrimiento y temeroso  de que la Alfarera nunca pudiera amarme, estaba seguro de que  acabaría hecha literatura. Ser amada y, a la vez, literaturizada, es lo que más la atraía y supongo que la atrae todavía. La novela empieza así:

“Era tan bella que su belleza hería. Ignoro cuántos hombres y mujeres habían sido víctimas de esa belleza por no poder gozarla. Pero sé del dolor  que su hermosura podía producirle en ocasiones. Era el pecado como un sacramento o una comunión; la belleza mitológica que escapaba a su libertad.  Por eso, en cierto sentido, esta novela es la crónica de un fracaso. O de dos. Por mi parte, no poder escapar a esa belleza; por la suya, estar convencida  de que esos dones que la naturaleza le ha otorgado son una belleza maldita”. Primicia, pues, para mis seguidores y visitantes, si es que me queda alguno.    A partir de ahora, a esperar su publicación. No pensarán ustedes que voy a publicarla en mi diario.

Natalia Millán y su aversión a los toros.

Esta magnífica actriz, tan buena en escena como virulenta en su aversión a los toros, está empeñada en demostrarme mi barbarie taurina. No es necesario, la asumo. Incluso, como sé más de toros que ella, podría regalarle algunos argumentos que ni siquiera sospecha.  El café Gijón quiere montar un “mano a mano” entre los dos, taurino versus antitaurina. De momento en el Gijón vamos a terminar con los preparativos del Premio Miguel Mihura a la Mejor Actriz del Año que urge más. Mis proyectos sobre toros/no toros, en collera con Natalia Millan, son más ambiciosos. Reconocerás, estimada amiga, que, al menos lenguaje taurino sí  estoy proporcionando.

Noticias de Sara Moraleda y de Ernesto Arias

Noticias por decir algo porque Sara Moraleda y Ernesto Arias andan perdidos por los caminos de España. A Ernesto Arias me lo encuentro en algunos estrenos, pero cada cual estamos a lo nuestro.  Ocurre que los meses pasados, en torno a los  entremeses de  Cervantes, establecimos una relación muy especial por la cual  el Instituto aún no nos ha felicitado. Algo deben de traerse entre manos porque Sara quiere que nos veamos en el Gijón. Unas veces porque las giras de Sara Moraleda con  la Compañía de Emilio Gutiérrez Cava limitan el tiempo, otras porque el otoño está resultando impiadoso, voy retrasando el encentro. Es una lástima porque Sara es una mujer inteligente y guapa. Y llena de ideas. Siempre escribí bien de ella; lo mismo que de Ernesto. No pasará una semana sin que nos veamos. A ver qué enredos se les han ocurrido. Con lo de Cervantes nos hicimos los reyes del tuiter .
 
El Emérito ladrón y putero.
Un amigo mio, republicano de toda la vida me llama preocupado porque su mujer,  republicana de toda la vida, ha dado en llamarle últimamente el Emérito. O sea el Borbón honorífico y decrépito. Primero me rio, pero luego me pongo a cavilar. Es que, me dice, ha leído en el libro de  Rebeca Quintans que, además de putero, el Borbón era un mal educado que le pegaba respingos a la Reina Sofía y algún manotazo como al desgaire. Que yo sepa, mi amigo el republicano nunca ha sido putero, sino  fiel amante de su mujer, aunque nunca se haya distinguido por sus modales exquisitos, un poco al estilo Gila. Pero que le llame el Emérito le cabrea, aunque  sus putas y sus amantes bien pagadas le traen al fresco. Yo conozco algunas de las que figuran en el libro y algunas me dicen que el Borbón no era para tanto, que más de un gatillazo ha pegado su realeza.  Las mujeres disculpan el gatillazo de su amante, pero el gatillazo de los otros que  les peguen con otras.

Al parecer la cuestión de mi amiga y mi amigo republicanos es que el otro dia, ante un gesto amable de su mujer mi amigo respondió con un gesto hosco. Y se armó. Llamo a mi amiga que conviene que al Emérito hay que condenarle no por mal educado y putero, sino por ladrón. Y por haber brindado con champaña cuando lo el 23 F, sombría fecha sobre la que se colgó luego todos los entorchados. Hubo de intervenir la sensatez de Sabino para  gritarle que se estaba jugando el futuro de la Monarquía. Los gatillazos  no lo cuenta Rebeca Quintans, la farra jaleando a Tejero, sí. Juan Carlos I. La biografía sin silencios (Edt Akal) es un libro tendencioso, naturalmente; pero aún podía serlo más.                  

 

 

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