sábado, 19 de agosto de 2017

HIJOS DE LA GRAN PUTA


Terror en las Ramblas 
Ha muerto un hombre, han roto un paisaje.  El paisaje de Canaletas, de  la Boquería. Canaletas en escombros y la sangre me devuelve una imagen no sé sí fantasma de hoy o materialidad de hace 40 años. La sonrisa de una novia, que apenas lo fue pues tenía otro novio con el que pensaba casarse. Y un teléfono ensangrentado que no me permite llamar a la Alfarera Prodigiosa para informarle;  Gracias Hijos de la Gran Puta, por devolverme esos labios y esa risa y a la Alfarera. Canaletas, la fuente del milagro, el corredor de la muerte Hijos de la Gran Puta.

 Las Ramblas fue mi segunda patria. Rambla de los Estudios, Rambla de San José, Rambla de  las Flores, Rambla de Santa Mónica hasta llegar al puerto,  y la estatua del facha franquista de Cristóbal Colón señalando América. Cada Rambla un recuerdo, pero ninguno como Canaletas mártir, la risa, el beso, la mariposa leve de sus labios leves de una novia leve que no llegó a serlo. El sobresalto por si la Alfarera andaba por allí sin sus prodigios. Y de golpe, José Agustin Goytisolo, “conozco el soplo de tus labios mojados”.

En las Ramblas han matado un paisaje y muchos hombres y entre ellos a Pepe Carvalho, el detective comunista de la CIA y a Manuel Vázquez Montalbán, clientes del Mercat, y su educación sentimental y las canciones de doña Concha Piquer,  la actriz de la copla.

 Volveré  a recorrer ese  kilómetro que fue mágico y  hoy es el horror, hasta el puerto pensando, con miedo, en tantos paisajes rotos, tantos hombres muertos y para nada. Porque este crimen no cambiará el signo de la historia. Llegaré hasta el puerto sabiendo que Montalban y doña Concha nunca creyeran que  ese puerto era el del marinero de Tatuaje.  Compraré rosas en la Rambla de la Flores, sin  saber a quién regalárselas, aunque sí, está esa sonrisa de Canaletas, la sonrisa de una novia que no lo fue, acaso mi primer Alfarera. Volveré a Canaletas para dejar las rosas ofrenda imprevista pues  la barbarie se presenta sin avisar.

Uno tiene un sonrisa, un rostro,  una noche de jazz en la Plaza Real en el Jamboree con Tete Montoliu que desde su ceguera nada de esto entiende. Y Canaletas, siempre Canaletas. Me pararé frente al Liceo, esperando, con la boca abierta por el asombro como antaño, la salida de  la gran gente importante, la procesión nocturna de los elegantes enjoyados. Y tomaré Conde Asalto y me pararé en la Bodega Bohemia y tiraré hacia el Raval llamándole a gritos a Pijoaparte. A Juan Marsé, son tantos los muertos y el horror y los caidos, que se le olvida que es el autor de una novela memorable, Si te dicen que caí y solo se acuerda de La muchacha de las bragas de oro, que a lo mejor es esa chica de la sonrisa de Canaletas, la que pudo ser mi novia y no lo fue. Literatura, todo literatura. A la mierda la literatura. Y las elegías. Hijos de la Gran Puta, eunucos. No habrá harén donde podáis hallar cobjo.

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