Kamikace en la encrucijada
Adaptación; Miguel del Arco,
Aitor Tejada. Dirección, Miguel del Arco, Iluminación Juanjo Llorens. Reparto;
Israel Elejalde, Bárbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Raúl Prieto,
Cristóbal Suárez. Escenario, Pavón Kamikaze. Cuatro.
Después de 10 años, un acierto
reponer La función por hacer. Miguel del Arco es el único
teatrero al que, desde la arbitraria calificación de “mis” asteriscos, le he
puesto dos veces el cinco de “obra maestra”. A tenor
con el espíritu de esta función tengo dudas si yo soy yo quien se los puso, el
crítico de La función por hacer o soy el personaje del crítico, a secas.
Pirandello hace tiempo que me tiene en vilo. Mi actual incertidumbre
sobre él es parecida, aunque de distinto rango, a la que nos produjo el famoso Método,
memoria emocional, Paradoja del Comediante, Chejov/ Strimberg etc. Kamikace
resistirá; Jordi Busó, Elejalde, Miguel del Arco, Aitor Tejada no son pilotos suicidas
japoneses como indica su nombre, aunque habrá que ver qué pasa a partir de
ahora, a los diez años del inicio de la aventura. La
función por hacer, basada en Seis personajes en busca de un autor, ha
fecundado el teatro español, lejos de la moral resistente de,
por ejemplo, Lopez Mozo o Buero Vallejo. Recuerdo también Veraneantes
y cómo Kamikaze no ha afrontado compromisos políticos, sino
estéticos.
Lo que hace 10 años, La función por hacer, pudo
ser sorpresa, sigue siéndolo aunque en menor medida por ser algo ya conocido;
Kamikaze no perecerá. Es una marca, un sello. Y las marcas perduran. No tardando mucho habrán de abandonar la
sala de Embajadores, por cuestiones de alquiler prohibitivo según dicen. En
tiempos de desahucios y desalojos, no es una excepción. A muchos ciudadanos les
pasa algo parecido. Vivimos una sociedad selvática cuyo
canibalismo no respeta nada; políticos corruptos, partidos que se destrozan
como jaurías de perros. Si el teatro ha de ser, como creo yo, testimonio de una
época, teatro de denuncia, ésta es su oportunidad. El futuro de Kamikaze es
incierto. Hallarán recursos para sobrevivir y su esquema estructural y
económico, calculado al milímetro, ofrece ciertas garantías. Ha tenido de su
parte a la llamada progresía, que yo he definido en ocasiones como la negación
de la izquierda, pero no voy a volver a hacerlo para que mis amigos progres no
se cabreen. Y ha captado un público joven y nuevo.
Su indudable impacto, en el
panorama teatral español, no ha sido un impacto de resistencia política como
pudieron ser otros en el tardofranquismo, Ernesto Caballero o el
Gayo Vallecano de Petra Martínez y Juan Margallo, asimilados luego por la
democracia. Es un grupo compacto en el que a la mano rectora de Miguel del Arco
no le han faltado Premios, como el Nacional de Teatro, y nunca fue incómodo
para el poder, aunque nos gustara a los que,
buscamos la potencia actoral de Raúl Prieto
su capacidad de violencia hortera y chulesca; la serenidad de
Elejalde, la maldad sibilina de Bárbara Lennie, la férrea fragilidad de Manuela
Paso, en uno de los personajes más frágiles y difíciles de esta función;
ejemplar la madre con el niño en brazos. Kamikaze ha creado afición al teatro de un público joven, muy
específico, un semillero de espectadores. Puede que en el franquismo
crepuscular, de trinchera y combate, su capacidad de convocatoria hubiera sido
menor. Algún fallo en su trayectoria; por
ejemplo, Tebas Land que Sergio Blanco, les coló a propósito del
parricidio y era en realidad el texto de Truman Capote al cual ni siquiera
citó: A sangre fría, tal cual. Pero valió para una gran interpretación de
Elejalde, que hizo de Capote, y de Espinosa, el asesino al que Truman visitaba
en la cárcel y del que sacaba información.
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