miércoles, 14 de abril de 2021

 

La otra Carmen Laforet

No me cuesta trabajo reconocer en el libro PUNTOS DE VISTA DE UNA MUJER, de ediciones Destino, la dimensión narrativa y humana de Carmen Laforet,  una persona a la que, los últimos meses de su vida, tuve el privilegio de tratar en casa de su hija Cristina Cerezales y el marido de ésta Toni Custodio, artista impresor, editor de libros que son verdaderas obras de arte.  Cristina iba para pintora, pero como  Rafael Alberti derivó fatal y gozosamente a la escritura. Su obra narrativa también está recogida en Destino. Inevitable traer a colación los versos de Rafael en su libro  A la pintura,

¨´ el dolor enterrado de enterrar el dolor

De nacer un poeta por morirse un pintor¨

 Carmen Laforet no escribía hacía tiempo y el miedo  al folio en blanco se había convertido en parte de su personalidad  clausurada.  Agustín Cerezales Laforet, también narrador y novelista, maestro del relato breve, creo que ha estudiado algo de esto.

Para quienes conozcan a fondo la obra de Carmen Laforet, jovencísima ganadora del primer Nadal, en 1944 y posterior y brillante autora de La isla y los demonios o La mujer nueva hallarán en Puntos de vista de una mujer  muchas de las claves de su literatura: el mundo está ahí para ser contado. Todo lo cotidiano y doméstico es susceptible de ser contado, elevando su rango a verdadera categoría. Feminismo hondo, afirmación constante de la naturaleza femenina, sin propuestas doctrinarias ni declaraciones de principios. El amor y sus claroscuros, la maternidad y sus exigencias, el ansia de una libertad,  siempre anhelada y siempre precaria. La libertad no como objetivo, tan difícil para la mujer, sino como vivencia  y ejercicio diario.

Reflexiono sobre aquellos momentos fugaces en la casa  de Pozuelo cuando Cristina y yo íbamos a emprender el Camino, la Vía Láctea desde Palencia por lo menos hasta las montañas de los Ancares,  y le dije que estaba aprendiendo alemán para leer a Rilke sin las traiciones de una traducción. Y sonrió. Cristina y yo hicimos el viaje, uno de los más  fecundos de mi vida, pues Cristina tiene el don de enriquecer  lo que  toca. Hoy con este libro admirable en las manos Puntos de vista de una mujer y su declarada pasión por Reiner María Rilke y el radical feminismo del autor de Elegías del Duino, puedo evocar y entender aquellos momentos y  aquella sonrisa y de aquella tarde. Creo que no volví a verla. Fue una conversación truncada que retomo ahora, con toda naturalidad, a través de Puntos de vista de una mujer.

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