El Cachorro de Triana y su leyenda
El más venerado paso de Triana,
de la Semana Santa trianera. Su sede habitual es una iglesia al final de la
calle Castilla paralela al cauce del Guadalquivir, calle maldita por cuanto en
ella estuvieron, al parecer, los calabozos de la Inquisición. La historia del Cachorro
es fantástica y conmovedora. Había en Sevilla un gitano romántico y seductor
que encandilaba a la nobleza sevillana,
a las mujeres porque lo adoraban y a los hombres porque lo odiaban por razones
obvias. El gitano murió acuchillado en la calle una madrugada y el médico que lo atendió en su agonía se
entretuvo en dibujar su cara que es hoy la cara del venerado y doliente paso
imaginero. Hace años, enfrente de la iglesia llamada Patrocinio, me
parece, había una taberna en la que se reunían cofrades y flamenquería. Triana
no es Sevilla, Triana es Triana. Y por el otro lado, por el lado de la
Maestranza, está la calle Pureza donde nació la gran izquierda torera de Emilio
Muñoz. En las tardes triunfales de Emilio el gentío lo llevaba a
hombros hasta su casa. Yo lo seguí una tarde compartiendo entusiasmo y casi no
llego a transmitir mi crónica de la corrida
con la sección taurina del Mundo
al borde de un ataque de nervios, ¨´que no llegamos, que no llegamos y hay
que cerrar¨. Siempre llegábamos aunque fuera a punto de sonar el tercer aviso y
de que los cabestros se llevasen el toro a los corrales.
Yo tenía un lugar privilegiado para ver el Cachorro, de regreso a su sede: la ventana del Pescaito, freiduría de Isabel y de Manolo, el mejor freidor de adobo de Sevilla, lo que Madrid llamamos bienmesabe. Ambos cantaban muy bien e Isabel seguía enamorada platónicamente de Mondeño, el torero que se metió a monje y luego se salió y se dedicó a una vida más o menos disipada. Enmarcado con devoción, Isabel tenía un cartel de toros de la famosa terna, Puerta, Camino y Mondeño. En el Pescaito los costaleros hacían parada y luego una levantá espectacular muy aplaudida por la gente
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