viernes, 23 de octubre de 2020

ELOY ARENAS, RETRATO A PUNTA SECA

 

Eloy Arenas, retrato a punta seca.

  Continúo con este artículo una antigua sección de diario de Javier Villan,   bien aceptada en tiempos  por  seguidores fieles,  Retratos al vitriolo o al pastel;  se la dedico a Eloy Arenas,  después de haber dedicado la primera del retorno a las aventuras otoñales y  amorosas de Enrique Ponce y a las desventuras de una mujer muy admirada por mí, Paloma Cuevas su esposa. Naturalmente, el retrato de Arenas debe ser al pastel.  10 años llevaba Burundanga en la cartelera sin faltar nunca a la cita. Algo insólito en una cartelera como la española de extremosa fugacidad.  Algo de esa continuidad se debe sin duda al talento empresarial de su productor, Pedro Larrañaga, pero sin duda lo único imprescindible en teatro es el actor; y el público claro; o sea, alguien que  habla y alguien que escucha. La pandemia ha alterado muchas cosas.  Nada es seguro hasta saber qué pasa con la posibilidad de nuevos confinamientos.  Eloy Arenas es un gran actor, un gran cómico en el sentido amplio y genérico de la palabra, que define a la farándula. ¡!Cómico! ¡!!Actor!!! Y es también un gran autor. Tengo en mis manos su texto inédito Me enamoré de tu violín. Es la historia  de un violinista que tras un fracaso amoroso sufre el bloqueo inconsciente de su capacidad de hablar y de escribir;  sólo puede comunicarse a través de su violín. Eloy Arenas, además de gran actor, es buena gente, circunstancia ésta nada desdeñable en los tiempos que corren. En escena, al menos en lo que yo le visto siempre, Eloy es apoyo y no rival del compañero; premisa irrenunciable desde la tragedia griega y la comedia romana. Sin conflicto no hay obra teatral posible, pero el conflicto personal entre actores puede arruinar una función.  Hasta el genial y arbitrario José Bòdalo, que hacía su papel mientras escuchaba por una radio de bolsillo  los partidos de fútbol, dejó constancia de esta solidaridad. Cuando yo hacía teatro aficionado aprendí algo de esto;  Maxi Rodríguez profesor de Instituto en Getafe, me pidió que hiciera el protagonista de El rey se muere, de Ionesco. Acepté sin vacilaciones; en el fondo a mí me hubiera gustado ser torero  o ser actor; dar la vuelta al ruedo en las Ventas o la Maestranza o salir  a saludar aunque fuera en un teatro de pueblo, en el María Guerrero o el Español, mejor. Esas eran mis grandes aspiraciones y, sin embargo, ¡perra vida! me he quedado en crítico; la solidaridad, respeto al espacio del otro, es lo que he aprendido de Eloy Arenas, sobre todo en sus últimas intervenciones con Ramón Paso/Azorín. PasoAzorín es la última revolución que perdura del teatro español partiendo casi de la nada, salvo de la tradición.  Conocido es el axioma de don Eugenio D,Ors, “lo que no es tradición es plagio”.  

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