Javier Reverte, grande del periodismo. Adios urgente
Ha muerto Javier Reverte, una vida plena, que como Pablo Neruda podía decir “confieso que he vivido”. Su último libro, una trilogía sobre la guerra del 36 y Modesto, como antítesis del Campesino y de Líster, aún tiembla en mis manos por la relectura constante. La brutalidad de la represión franquista, el retrato descarnado y sangriento de Cañero y del Algabeño, rejoneadores que alanceaban rojos a campo abierto. No es solo un escritor de viajes, con ser eso mucho, es poeta y novelista y como tal, reconocido por premios importantes. Con él viví, bebí, conspiré. Y escribí, dibujado por Celedonio Perellón, un libro divertido y hoy agotado; El libro del mus, para demostrar que, aunque habíamos quedado los últimos en un campeonato de 28 parejas, éramos grandes jugadores. Lo siento amigo, el último órdago lo has perdido: esta vez la cosa no iba de farol.
Fue corresponsal del diario Pueblo en
Londres y en Paris, creo recordar, y en la capital francesa se convirtió en el altavoz de
Santiago Carrillo y en cierta medida su portavoz. Era el
Pueblo de Emilio Romero oportunista y abierto que daba mucho juego a los
comunistas en un periódico que avizoraba ya horizontes democráticos. Su libro
más conocido, Trilogía de África, le consagró como el mejor escritor de
viajes, título que no le importaba compartir con su amigo Manu Leguineche. Y en el cual narra cómo capturados por soldados y piratas sin escrúpulos, le salvó su simpatía y su don de gentes. Para
mí, la novela Lord Paco, también es digna de recordación. Su narrativa se
asienta fundamentalmente en el vigor del verbo y no en la exactitud de la
adjetivación, elemento estilístico sobre el que discutíamos siempre y seguimos debatiendo hasta la última
vez que hablamos por teléfono hace pocos meses. Se va un gran escritor, un
escritor incontinente y prolífico; un luchador por la
democracia en tiempos difíciles; un
viajero que no dejó de pisar ninguna parte del mundo, desde el Nilo hasta el
Amazonas, donde contrajo unas fiebres que a punto estuvieron de acabar con su
vida. Hasta luego, hermano.
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