domingo, 12 de octubre de 2014

TOROS ZARAGOZA; TALAVANTE LUMINOSO; PONCE MAGISTRAL ; ESENCIAL URDIALES


Al ponerme ante el ordenador visualizo numerosos mensajes amigos desde la plaza de Zaragoza, para vernos “aunque sólo sea  para tomar un vino”. Inútil pretensión; mi teléfono y yo somos rudimentarios. El teléfono sólo me sirve para recibir y hacer llamadas. Encuentros fugaces camino de los tendidos o ya en franca retirada, de viejos amigos de otros años. Algún riojano apresurado que llegaba tarde y apenas pudo felicitarme por la exposición Diálogo con el vestido de torear. Al relance, derivo los elogios a Maite Túrrez y a la modelo señorita Gaviria, auténticas artífices del milagro fotográfico del vestido Rioja y Oro con que Urdiales cortó su primera oreja en las Ventas. Toda la Rioja detrás de Diego. O sea que quien pretendió comunicarse conmigo por tuiter, quedó chafado. Igual que yo.

 Se le aplica a Ponce el calificativo de maestro y es verdad; ayer  exprimió el poco jugo de sus toros, los dos sobreros: un juampedro  bis y un torrealta.  Su alabada  técnica sacó agua de donde no la había.  La oreja, exclusivamente marca Ponce. Ocurre que el magisterio, para manifestarse en plenitud, necesita toro  con temperamento. Y ayer en el Pilar los juampedros eran toros aproximadamente: por morfología y trapío, en líneas generales.  Correctos de cara, agresivo alguno, pero incorrectos de casta, salvo la lotería del tercero que le tocó a Talavante. En realidad,  Juan Pedro Domecq, el ganadero filósofo, ha sido una peste para la  Fiesta y para el toro de lidia.  La ingeniería genética ha trastocado todos los valores llevando al callejón sin salida del monoencaste. Aunque estoy lejos de esto, deseo que el hijo mejore la herencia. Y la filosofía.

Arriesgando la seguridad de mis piernas que, dicho sea de paso, están mejor que las patas de los  juampedros, viaje relámpago puerta a puerta: de Madrid al coso de Pignatelli  ida y vuelta. Problemas al regreso por la lluvia, balsas de agua.  La conductora es segura y el coche potente. Vale. Recuerdos de horas inolvidables con Curro Fetén, la lengua, no la pluma,  más bífida de los escribidores; vilipendios, amenidad y vino nunca faltaban. Sobremesas memorables  por las noches, con la alegría de saber finiquitada la temporada, aunque él rematara en Jaén para volver cargado de aceite. ¡Va por ti, buen amigo! Te llevaste los secretos de un libro que planeábamos escribir en collera.

Simón Casas acertó en el cartel y desacertó en los toros. El primero no debió ser devuelto; sencillamente no debió salir al ruedo. Eso  se ve en los corrales y en un reconocimiento severo. No me apercibí de la oportunidad o inoportunidad  del quite de Ponce, que me señalaron,  con el toro ya rechazado. ¿Gesto de inconformismo con la devolución? ¿Gesto de autoridad o desacato? En realidad  las cuestiones estaban en otra parte; en Urdiales por ver si repetía lo de Madrid, y en  Talavante por ver cómo culminaba una temporada importante y a la contra de buena parte del sistema. Lo de Ponce, tras el horrible cornalón de Fallas, está claro;  en la Argentinita, interpretando a Joselito el Gallo,  cantaba una ranchera intencionada; “sigo siendo el rey”.

Lo de Urdiales ya no tiene marcha atrás. Ha alcanzado una notable seguridad y ha remediado, al menos de momento, el mal de la espada. De haberlo conocido Bergamín habría hablado de una música callada, de un torero que no recita el toreo, sino que lo dice y lo susurra; en su primero, por ejemplo. Sólo esa pureza clásica podía tapar las insuficiencias  de un toro incompetente. Tuvo algunos problemas con el temple, pero Urdiales ha llegado, creo yo, a un punto de no retorno; dos signos nada más para el secreto de sus muletazos: coger el estaquillador por el centro, rozando el palo apenas con la yema de los dedos; de esta caricia y del medio pecho nace el ajuste de terrenos y la despaciosidad, nace lo que hemos dado en llamar pureza: torero para recordar y maestro, sin duda, con el paso de los años. El magisterio de Ponce tapó las carencias de  dos toros inacabados  en su raza.

 Acostumbramos a aislar las virtudes de los toreros: magisterio, pureza, autenticidad. ¿Se puede ser maestro sin autenticidad, o auténtico sin pureza? El vocabulario actual de la tauromaquia está lo bastante pervertido como para entrar en disquisiciones estilísticas. Cuando a cortar una oreja se lo llama puntuar y a una corrida en solitario encerrona,  hay que dejarse de filosofías. Tres  filosofías: el toreo y los toros para Ponce  no tienen secretos;  Urdiales es uno de esos dones que, a veces, le caen a la Fiesta;  Talavante  si sigue toreando así, ni hostilidad del sistema ni leches; a ver quién lo para.

Y ya que he hablado de música, lo de Talavante no fue música de cámara como lo de Urdiales, sino una sinfonía con el ritmo y los sonidos precisos. Grande  de ritmo, de composición y de ejecución. Un Talavante que le ponía a su izquierda la luminosidad que le quitaba su vestido de obispo  y catafalco: sombría luminosidad.  

1 comentario:

  1. Hola Javier, soy Illanes. Me gustaría pornerme en contacto contigo pero no tengo tu mail. Te mando un saludo!

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