viernes, 30 de agosto de 2013

Diario. Agosto 2013, dias 29 y 30.

ESPLENDORES LITERARIOS DEPORTIVOS.

Leo con la continuidad que hacía meses no conseguía, vuelvo donde volvemos siempre los carrozas, Dostoiewski, Camus, Sartre; miro la higuera  con cierta tristeza; pero con más tristeza la miran los pájaros porque se les ha jodido el banquete. La higuea venía este año con una cosecha de higos insólita que no están ni siquiera pintones; desde un tejado próximo los gorriones, los pardales tan poco sentimentales, miran los brotes de higos con melancolía de hambrientos. Bernardino, el jardinero, piensa que es un otoño adelantado y que se perderán los higos pero se salvará la higuera. Ana, en cambio, cree que es el fin, que la higuera está maldita.
Con el fin de Agosto ha vuelto el ruido y la furia del futbol, la danza infernal y ofensiva de los millones, como los de ese tal Bale que se ha convertido casi en una operación de alta política internacional. A la mierda Bale y a la mierda ese tal Vila Boas. Nada sé de fútbol y la última vez que intenté acceder a un campo fue una tarde lejanísima en el Bernabeu con Javier Martínez Reverte , un poco calamocanos los dos y decididos a hacer piña con los Ultrasur: o ultrasur o nada. Y en el campo, un equipo alemán que había ganado allá,  por cuatro a cero o algo así. Los empleados del estadio nos disuadieron de los Ultrasur y nos fuimos a jugar al mus.
A mí, las cosas como son, Mou y el dedo en el ojo a un caballero como Vilanova, me ponía; aunque hubiera preferido que se lo metiera a Pep Guardiola en  quién siempre he visto cierto tufillo jesuítico  de sacristía. A lo peor,  no son los madridistas, y  quienes  están en el meollo, sino yo, que  no estoy en el meollo de nada, el que añora a Mouriño. En cualquier caso, me da lo mismo y lo que me interesa es leer buenas crónicas, buenos reportajes de fútbol, pues en tiempos era tan  lector de crónicas de fútbol,como de crónicas de toros. Más lo era de las crónicas de boxeo de Manuel Alcántara, pero es que Manuel Alcántara solo hay uno. Con él ví en el Palacio de los Deportes  un combate Carrasco contra Velazquez y me hice del canario; o sea que siempre he apostado a perdedores. Otro que también era único  e irreptible era Ignacio Aldecoa, un escritor que se acercó al sórdido mundo del boxeo desde la grandeza de su prosa. Y desde la autoridad de ser el mejor escritor de su generación.  Neutral Corner, creo que se llama un libro suyo del deporte de las doce cuerdas..¿Son doce?. También vi algún combate con él, pero no recuerdo a ninguno de los boxeadores. El boxeo es siempre más que el boxeo;  es el reflejo de una sociedad de hampones, gánsteres y  hombres desposeidos: violencia de la calle o  violencia del ring; a elegir. Y los despachos y las apuestas; eso dicen. Pese a estos componentes tan turbadores  el boxeo nunca llegó a pillarme como me pillaron los toros. Excepto en las películas, que las veo todas.
Abandoné la lectura de deportes hasta que descubrí en El Pais a Santiago Segurola: una visión global del fútbol, de los grandes acontecimientos deportivos. Una gran escritura que me recordaba, salvadas las distancias, las crónicas de mi amigo Francisco Cerecedo en Triunfo; el fútbol como analogía de otras cosas, como estrategia, como metáfora. Hoy Santiago Segurola es director adjunto de Marca o algo así. Como información, como guía para el laberinto subterráneo de los intríngulis fuboleros me fio de Roberto Gómez. Y también sigo a Orfeo Suárez del Mundo, que este verano en UVE ha publicado una serie de vidas de deportistas malditos, fracasados, arruinados después de las cumbres de la gloria: jugetes rotos. No me he perdido ni una.

En lejanos tiempos mis cronistas futboleros preferidos eran Antonio Valencia que era critico de teatro  y libros, y de toros en El Ruedo donde se firmaba Cachetero. Con él Jaime Campmany me parecía insuperable; con conocimiento del tema y la retranca murciana de un periodista con mucho de maquiavelismo azul en su prosa y de poeta de los luceros. Se comprenderá que, al desaparecer estos, me costara tanto fijarme en un cronista hasta que descubrí a Segurola.  Un libro con el que me avengo muy bien es La Marcha Verde, cuentos de fútbol dedicados a su Betis del alma, de Antonio Hernández.

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