Ahijada de Rafael Alberti, nacida en Roma e hija de Ángel Sánchez Gijón, exiliado, traductor de Gramsci y Passolini, Las cenizas de Gramsci. Aitana
viene a esta serie de Retratos a
punta seca, por derecho propio y por
la coincidencia de estrenar en El
Español, Las troyanas, que pondrá una
vez más a prueba su capacidad de trágica, a veces cuestionada por su mítica “frialdad”.
Una señora de orden, alejada del cuché, guardiana de su intimidad, una señora
rara que solo pierde la compostura para
aplaudir y jalear a Asier Etxeandia,
su amigo del alma: no es una groupie, en el sentido estricto y variopinto de
tan ambiguo término, es una fan.
En un espectáculo de Asier, si Aitana está presente, al poco la sala es
un manicomio. Lo comprobé una noche en
la Abadia, creo. Y hasta yo, poseido habitualmente por la severidad del aristarco, me sorprendí aplaudiendo y poseído por Aitana; no sé si aplaudía a Asier o a Aitana, quede
claro.
Yo creo que tiene capacidad para la tragedia y la comedia y supongo que en
ambas se encuentra a gusto. Alberti
la tuvo en sus rodillas y Mario Vargas
Llosa la llevó en el corazón. Nadie queda inmune, supongo, tras tenerla de
compañera en un vis a vis diario sobre las tablas de un escenario una larga
temporada
Su elegancia natural y la seguridad en sí
misma, se sobrepone a todo: al recuerdo invulnerable de su padre, a los celos larvados
y no tan larvados de Isabel Preysler.
El momento cumbre de este laberinto sentimental fue en Los cuentos de la peste, adaptación del propio Vargas sobre el Decamerón.
Hasta este momento, Vargas “había
hecho de actor”, que no es igual que ser actor. Su debilidad quedó patente, ante
una Aitana en vena que disparaba las palabras como
dardos. Yo creo que, por piedad, no aniquiló al Nobel peruano, pero descubrió sus
insuficiencias. Cosa, supongo, que no le importó demasiado a la Preysler que también con mucha elegancia, tragaba quina. Estaba unida al escritor por intereses más perdurables que sus dotes de actor. En cualquier caso, Las troyanas, Hécuba, es una prueba de fuego
para cualquier actriz, tanto más si no ha alcanzado los cincuenta años de edad.
Yo creo que ha pasado pruebas peores y ha salido indemne. La crítica, otro dia.
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