lunes, 6 de noviembre de 2017

NATALIA MILLAN Y JVILLAN, ENEMIGOS ÍNTIMOS


En este país llamado España aún es posible la concordia.  Un ejemplo, Natalia Millán y yo nos llevamos razonablemente bien. Nada tiene que ver su condición de gran actriz, circunstancia en la que todos los críticos estamos de acuerdo. La cuestión son los toros, la corrida. Cuando empecé mis duras e implacables crónicas en el MUNDO, muchos me acusaron de antitaurino infiltrado, un quintacolumnista. Mi conocida afición por las novelas de espionaje favorecía esa presunta clandestinidad.

Natalia Millán es radicalmente  antitaurina y yo llevo escritas unas 3.000 crónicas de toros, o sea que he sido cómplice de  3.000 sacrificios, más los voluntarios a los que he asistido sin necesidad de escribir de ellos. Además de un diccionario taurino, Tauromaquias de unas 400 páginas, que habla de  otras cosas además de hablar de toros.

 Natalia y este bárbaro, que soy yo, podemos discutir de toros sin piedad por parte de ella y con cierta ironía  paternalista, por la mia. Si los políticos fueran capaces de aplicar esta dialéctica, habitual entre aficionados,  España iría de otra forma. Como se ha demostrado estos días en Barcelona, en tiempos ciudad de la paz y de la luz; de Carmen Amaya,   de Peret y de José Carreras. Y  de Los tarantos, película en la que yo hacía de figurante  y les llevaba café  a la gitana de Somorrostro  y a  Gades, “por los campos de España vaga errante   la sombra de Caín”.

Que sea antitaurina no me impide reconocer que es una gran actriz.  En Billy Elliot quizá temiera en mi crónica alguna “venganza torera”; yo sospechaba que toda la crítica iba a serle favorable  y no era cosa de hacer el ridículo por discrepancias taurinas; un torero, por encima de  todo, debe ser sincero  y elegante. Esa es la única forma de jugarse la vida que es solamente suya y no de Dios, circunstancia teológica por la cual Papa Pio V  excomulgó los toros.

 Concluyo este retrato a punta seca; en Billy Elliot, rodeada de sus muchachos, Natalia Millán está “sembrada” que diríamos los taurinos, o sea está “que se sale”. Como  alguno de sus chicos le salga torero, además de bailarín, le da un infarto. Mientras tanto, le recomiendo un panfleto maravilloso que acaso la haga feliz, Pan y toros; oración apologética en defensa del Estado floreciente de España. ¡Va por usted!

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