En este país llamado España aún es posible la
concordia. Un ejemplo, Natalia Millán y yo nos llevamos
razonablemente bien. Nada tiene que ver su condición de gran actriz, circunstancia
en la que todos los críticos estamos de acuerdo. La cuestión son los toros, la
corrida. Cuando empecé mis duras e implacables crónicas en el MUNDO, muchos me
acusaron de antitaurino infiltrado, un quintacolumnista. Mi conocida afición
por las novelas de espionaje favorecía esa presunta clandestinidad.
Natalia Millán es radicalmente antitaurina y yo llevo escritas unas 3.000
crónicas de toros, o sea que he sido cómplice de 3.000 sacrificios, más los voluntarios a los
que he asistido sin necesidad de escribir de ellos. Además de un diccionario taurino,
Tauromaquias de unas 400 páginas, que
habla de otras cosas además de hablar de
toros.
Natalia y
este bárbaro, que soy yo, podemos discutir de toros sin piedad por parte de
ella y con cierta ironía paternalista, por
la mia. Si los políticos fueran capaces de aplicar esta dialéctica, habitual
entre aficionados, España iría de otra
forma. Como se ha demostrado estos días en Barcelona, en tiempos ciudad de la paz
y de la luz; de Carmen Amaya, de Peret
y de José Carreras. Y de Los tarantos, película en la que yo hacía
de figurante y les llevaba café a la gitana de Somorrostro y a Gades,
“por los campos de España vaga errante la sombra de Caín”.
Que sea antitaurina no me impide
reconocer que es una gran actriz. En Billy Elliot quizá temiera en mi crónica
alguna “venganza torera”; yo sospechaba que toda la crítica iba a serle
favorable y no era cosa de hacer el
ridículo por discrepancias taurinas; un torero, por encima de todo, debe ser sincero y elegante. Esa es la única forma de jugarse
la vida que es solamente suya y no de Dios, circunstancia teológica por la cual
Papa Pio V excomulgó los toros.
Concluyo este retrato a punta seca; en Billy Elliot, rodeada de sus muchachos,
Natalia Millán está “sembrada” que diríamos los taurinos, o sea está “que se
sale”. Como alguno de sus chicos le
salga torero, además de bailarín, le da un infarto. Mientras tanto, le
recomiendo un panfleto maravilloso que acaso la haga feliz, Pan y toros; oración apologética en defensa
del Estado floreciente de España. ¡Va por usted!
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