viernes, 24 de noviembre de 2017

CARMENA CUANDO ERA MANOLA

Retrato de Manola
Me reprochaban el otro día cierta hostilidad o, por lo menos, desconocimiento de Carmena. Por eso   escribo este retrato a punta seca -serie en la que hasta ahora sólo han entrado actores y actrices- de la alcaldesa de Madrid. Abierto el melón, me gustaría hacer un dia el de Inés Arrimadas Nada tengo contra Manola, Bueno, algo tengo, lo que no justifica la abominable salvajada de un tuit, -policías municipales me parece- lamentando que en la matanza de Atocha,  se salvara por los pelos. Ese dia también  otros se salvaron por los pelos de las balas fascistas de los sicarios entre los que, a lo peor, se hallaba algún familiar de estos cafres.
Algo tengo que reprocharle sin embargo. Cuando los fusilamientos de Hoyos de Manzanares de 1974, último latigazo criminal  del general cruento, me parece que ella era  jefa de los abogados del PCE; y en su condición de jefa dio orden expresa de que ninguno defendiera a los condenados a muerte. Una decisión política,  seguramente. Por entonces el PCE se estaba fabricando una imagen demócrata e impoluta con vistas a su posible legalización. Fue un mal gesto, un gesto político seguramente, y poco humanitario. En política no puede hablarse de humanismo. Tampoco Podemos, el movimiento cuasi peronista, que nació como reactivo frente al bipartidismo corrupto, le ha hecho mucho bien. Podemos ha sido el gran fraude y su desastre nos ha salpicado también a quienes les votamos. Desde que el Psoe accedió al poder y abjuró en la práctica del socialismo, no habíamos experimentado tal desencanto. Felipismo se llamó la traición. Y Carmena se llama el desencanto. No ha sido capaz de acabar con el chabolismo ni con los focos periféricos de droga y degeneración ciudadana. Eso no es política, es en todo caso política social. 
A Manola la conocí gracias a Lola Sacristán y Manolo López del Comité Central del Pce. En el libro A las once en la plaza de la Paja, Carmena lo recuerda como uno de los abogados  más sagaces, honrados y temibles en un juicio. Por  su parte, Manolo  la tenía   como jueza ejemplar y confiaba en sus veredictos.  Estos recuerdos no me autorizan a desacreditarla como alcaldesa de Madrid, pese a sus fallo y aunque me enojen  algunos hechos que la ciudadanía ha dado en llamar “carmenadas”. Es una anciana simpática que estaría mucho mejor en su casa, redactando sus memorias que darían para mucho. Cualquier cosa menos presidir el Ayuntamiento de Madrid, que es más importante que un ministerio. 


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