jueves, 2 de noviembre de 2017

FERNANDA ORAZI SILENCIO Y LLANTO


Viene Fernanda Orazi a esta serie de Retratos a Punta Seca a propósito de la reposición de Barbados en Kamikaze. (Ver crítica JVillán, el Mundo). Cuando  Fernanda Orazi llegó a España  traía con ella  lo que empezamos a fijar como señas de identidad del mejor teatro argentino:  Tolcachir, Veronese y el último esqueje de la argentinidad, Pablo Messiez. Orazi llegó como un vendaval disfrazado de brisa. Y con la estética y la ética del teatro pobre como equipaje.

 A Fernanda siempre la he asociado a Pablo Messiez. Y considero a ambos   corresponsables de su respectivas evolucionnes hacia la esencia  del teatro. Fuera del ecenario, con Fernanda solo he coinciddo encontrado  una vez y con Messiez,  nunca. Nuestras relaciones están basadas en la pureza del desconocimiento personal y en la impureza  creadora de todo teatro auténtico.

 Una noche en el Matadero antes de que el teatricida de Carmena, don Feijóo, expulsara el teatro de sus dominios perversos. Fue un encuentro fugaz. Había sonado el último aviso, “vos sos Javier Villán qué alegría”, más o menos. Esa sensación de urgencia  permaneció en mí durante mucho tiempo junto a  la fascinación por la actriz.

Mi instinto natural la sitúa en la fugacidad mientras mi inteligencia teatral la fija en la eternidad. La fascinación no tiene porqué ser un  movimiento  espontáneo  del espíritu, puede ser un hecho razonado. Me ocurrió hace poco en Ensayo. Silencio, lágrimas, gritos e histeria en consonancia con los prodigios actorales de María Morales, Jesús Noguero e Israel Elejalde. Silencios, lágrimas. Es una actriz capaz de reir y de llorar a la vez y de estar callada. A ella y a Tomé les hice una magnífica crítica en Barbados, hace muy poco; quiero decir una crítica favorable. Vayan a ver la función Comprobarán que no he exagerado nada.

 

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